TERCER ACTO
TERCERA ESCENA (FINAL)
(salón de la casa. Están sentadas,
de luto, Agustina y Alicia, Clara, la Hermana Herminia, Olvido y
Casiana. Ésta está de pie hablando para todas)
Casiana:
Ha llamado el notario. Es el de
Villanueva, don Fernando está de viaje. Me ha dicho que hay que
adelantar la hora... que el acto será antes del entierro...
Agustina:
(ha tomado el mando. Lastimosa) Cuanto
antes mejor ¿El cura está avisado?
Casiana:
Sí, nos espera a las once.
Agustina:
Bien
(llaman a la esquila)
Clara:
(ansiosa) ¿será el notario?
(sale Casiana. Se la oye hablar con
Carmelita. Entran las dos)
Carmelita:
Buenos días a todas.
Alicia:
(es la única que responde) Buenos
dias, Carmelita.
Carmelita:
He traído café con leche y unos
churros para que desayunen algo...
Alicia:
(lastimosa) Muchas gracias mujer...
¿para qué te has molestado?... Tenemos el estómago cerrado
H. Heminia:
(dando codazos a Olvido) Pues nosotras
vamos a tomar algo que unos churritos... asientan el cuerpo... y el
espíritu...
(Salen las monjas y suena la esquila.
Casiana sale. Son Encarna y Josefita. Entran enlutadas y con velo)
Encarna:
(Teatral) Buenos días... ¡ay!..., ¿y
esa noche?
Todas:
Buenos días
Clara:
(impaciente y malhumorada. Es evidente
que le molesta la visita) Larga, Encarna, larga...
Encarna:
No somos nadie... Siéntate Josefita
hija...
Casiana:
A lo mejor quiere churros la niña...
Josefita:
(levantándose contenta) si puede
ser...
Encarna:
(tirando de su hija) No Casiana,
gracias, la niña no quiere nada... ¡con el disgusto!... (Josefita
se sienta contrariada) (bajando la voz, misteriosa) Pues en el
pueblo no se sabe nada... que nosotras... como muertas... ¿verdad
hija?
Josefita:
Sí, mamá
Encarna:
Hasta me he encontrado con don Julián
yendo a la misa de ocho y no me ha dicho ni mú...
Casiana:
(misteriosa) Ya sabe usted que doña
Luisa no quería.
Encarna:
Por eso... por eso... ¿se sabe la
hora del entierro?
Agustina:
A las once... en la Puebla
Encarna:
Ah...
(llaman al teléfono. Clara se lanza
a cogerlo)
Clara:
¿Diga?... ah, Gregorio... sí...
no... ¿mi hermana...?
(Casiana le quita el auricular)
Casiana:
Ya te dije anoche, Gregorio, que la
señora está indispuesta... que luego te llamará... Bueno...
Vale.... A más ver. (cuelga)
Clara:
(extrañada) ¿ni Gregorio?
Casiana:
Ni Gregorio.
(suena la esquila y todas se ponen
alerta. Sale Casiana y entra con el notario. Es doña Luisa
disfrazada. Lleva pantalón, capa larga, gafas de sol, sombrero de
ala ancha tapándole la cara y barba postiza. Y una carpeta debajo
del brazo)
Casiana:
Don Indalecio González, señor
notario de Villanueva.
Notario:
(doña Luisa con otra voz. Seria)
Buenos dias
Todas:
(ávidas, menos Alicia) Buenos días
tenga usted.
Agustina:
Siéntese usted aquí... (le ofrece un
sillón y coloca ante él una mesita auxiliar)
Encarna:
(a Casiana) ¡Qué raro es este
hombre...!
Notario:
Procedo. Vengo, por encargo de doña
Luisa del Monte y Benavente para la lectura de su testamento.
Nombraré una a una a las personas incluídas en el documento: Doña
Agustina Fernández del Monte...
Agustina:
(ansiosa) aquí estoy
Notario:
la señorita Alicia Serrano Fernández
Alicia:
(triste) yo
Notario:
Doña Clara del Monte y Benavente
Clara:
(impaciente) Sí, sí...
(entran precipitadamente las dos
monjas)
Notario:
Doña Herminia Benavente García...
H. Herminia:
(precipitada, comiendo un churro)
aquí...
Notario:
Doña Casiana Gómez Alcaide
Casiana:
(con guasa) Presente...
Notario:
Las personas no mencionadas presentes
en la sala deben salir de ella... a menos de que las antes
mencionadas no tengan inconveniente en que permanezcan en ella.
Todas:
(impacientes, menos Alicia) ¡No hay
inconveniente!
(Encarna, Josefita y Carmelita se
levantan con desgana esperando tener la venia de las presentes para
volver a sentarse precipitadas. Escuchan con curiosidad)
Notario:
Bien pues. Procedo. Doy pública
lectura al testamento autógrafo de doña Luisa del Monte y
Benavente, finada en el día de ayer como consta en certificado
oficial expedido por el médico del pueblo.
(Todas asienten con curiosidad y
ansiosas, menos Alicia. Casiana con guasa)
Casiana:
(al público asombrada y con guasa)
¡Lo que sabe!
Notario:
(leyendo)
“Yo, Luisa del Monte y Benavente,
madre, abuela, hermana, prima y señora de todas vosotras, en un día
como hoy decido escribir mis últimas voluntades. Sé que queréis
saber qué os ha caído en suerte en este sorteo macabro al que
ahora me entrego. Pero perdonadme si antes me permito ciertas
reflexiones, serán las últimas, os lo prometo.
Nací en este pueblo hace mucho,
cuando todo era distinto. Unos padres cariñosos, una situación
económica desahogada y la vida pausada de entonces, hicieron que
tuviera una infancia feliz. Fui la mayor de dos hermanas. Nació
Clara cuando yo ya tenía recuerdos. Siempre la quise, la cuidé, la
protegí, oculté sus errores y alenté sus virtudes...
Clara:
(sonríe sintiéndose protagonista)
Verdad...
Notario:
...pero al parecer aquello no sirvió
de nada. Con el paso de los años y la distancia, mi cariño no
disminuyó, imaginaba a mi hermana añorando su pasado y a su
familia... Ahora sé que estaba equivocada,...parece ser que para
ella sólo soy una mujer ignorante y miserable,... con una única
virtud: mi dinero...
(Clara cambia de expresión.
Extrañada, decepcionada y preocupada)
También llegó mi prima Herminia,...
para mí otra hermana. Como tal la traté, con amor, confianza y
risas que alegraran su oscura vida. Parece que aquellas risas la
marcaron de por vida y a ellas se debe su carácter huraño ¡Cuánto
lo siento!... Ahora quiere ser libre... hace bien.
(H. Herminia sonríe sin saber si
estar alegre o preocupada)
Me casé enamorada de un hombre bueno
que murió demasiado pronto. Tuve una hija, el sol de mis días,...
Agustina. Desde entonces todo fue para ella,... todo fue por ella...
Demasiado quizá. Por mucho que le daba... ella más quería... y
más... Nunca ha estado satisfecha mi pobre hija,...
(Agustina mira con prevención)
...pero tuvo una hija... ¡Qué
alegría ser madre!... Aquello tenía que haber colmado todos sus
anhelos... pero no. La pequeña Alicia sólo supuso un freno a su
desenfreno... pobre Alicia, ángel de la casa, único ser puro que
nos acompaña esta noche.
(Agustina mira rabiosa a su hija.
Alicia llora emocionada)
Por fin Casiana, compañera,
la más fiel amiga... Alicia y tú lo tendréis todo.
(Casiana ríe
guasona, Alicia y las demás la miran sin entender nada.)
H. Herminia:
(se pone de pie como con un
resorte)¿Cómo puede ser?
Olvido:
(ríe) (a la h. Herminia) ¡Pánfila!
¿qué te creías?
Clara:
(se deja caer desmayada y sofisticada)
¡Es el fin!
Agustina:
(gritando histérica) ¡Noooooo...!
Alicia:
(calmando a su madre) ¡Mamá!
(Doña Luisa se quita el disfraz
aprovechando la confusión. Cuando la ven cunde el pánico. En ese
momento entra Gregorio en el salón)
H. Herminia:
(horrorizada se tapa la
cara)¡Dios mío...!
Olvido:
(asustada pero divertida)
¡la muerta!
Clara:
(agresiva, olvidando su
sofisticación) ¡Espíritu infernal! ¿Vuelves... para vengarte?
Agustina:
(como loca se acerca a su
madre y la zarandea por los hombros) ¡No lo conseguirás!...¡No
t te tengo miedo...!
Alicia:
(acude a sujetar a su
madre) ¡Mamá!...(incrédula, ilusionada) ¿abuelita...?
(Encarna
y Carmelita se esconden asustadas, gritando, detrás de Casiana.
o Josefita no se inmuta. Casiana
ríe y hace gestos al público)
Gregorio:
¿qué pasa aquí?
Doña Luisa:
(tranquila, sabiéndose dueña
de la situación. Pasea por el salón provocando el pánico en cada u
una a la que se acerca) Nada, mi fiel Gregorio... Mis
familiares creen haber visto un fantasma... pero no.... Ningún
espíritu maligno ha venido a mortificaros, sólo soy yo, vuestra
Luisa del Monte...
(Se van
tranquilizando. Van encajando la situación)
Os preguntaréis el motivo de
la pantomima... Pura curiosidad, ¡peligrosa afición!... Sólo quería saber... y, sin pretenderlo, he sacado a la luz
nuestras peores miserias...
(Se acerca a su hermana y ésta
mira hacia otro lado con gesto sofisticado) Clara, ¿qué fue de nuestra complicidad de hermanas? Siempre te he querido,...
siempre te he extrañado... Me hubiera gustado que me
pidieras ayuda... antes de acudir a un usurero...
(se dirige a la H. Herminia
que se arrodilla delante de ella como si fuera un santo. Doña Luisa
l la levanta) ¡Herminia, levanta mujer! ...Siempre fuiste
para mí otra hermana... y como a tal te traté y te quise... Mis
pobres padres creyeron hacer tu bien... ¡qué equivocados
estaban!... perdona su error,... los errores de todos... Parece que
tu vida entre nosotros no fue más que una enorme tela de araña
llena de nudos macabros que te atrapó haciendo de ti el ser
miserable en que te has convertido...
(se dirige a Agustina que llora
después de la histeria consolada por Alicia) Hija... creí haber
sido una buena madre... ahora sé que no... Eres mi mayor
fracaso... ¿Qué será de ti? No lo sé, ojalá pudiera volver
atrás... Ya es tarde... el odio se ha instalado en ti tan
profundo... La culpa me atormenta... no debí darte todo lo que me
pedías, tuve que exigirte más,... ahora vivirás de tu trabajo,
tendrás que ser responsable de ti, sólo de ti,... quizá algún
día...
(se dirige a Alicia que llora
emocionada y la abraza) Alicita, ángel mío, mi único amor sincero entre tanta miseria.
(se dirige a Casiana. Se
cogen de las manos y ríen cómplices) Casiana, compañera,...
Sé que he vivido alejada de vuestras
vidas... he confundido la bondad con el consentimiento... y eso me
llena de culpa. Pero defiendo el derecho que tenemos todas a
tropezar,... a caer,... a volver a levantarnos... Somos seres imperfectos,.. así debe ser.
(se dirige a Encarna, Josefita y
Carmelita) Encarna, Carmelita, niña... serviréis de notarios en
esto que empezó siendo una farsa y terminará siendo la
única realidad.
(se dirige a Gregorio) Gregorio, a
partir de hoy pon en venta las fincas, sé que hay gente
interesada... no te será difícil. La casa será para ti, te la
has ganado.
Gregorio:
¿pero qué hará usted?
Doña Luisa:
(llama a su lado a Alicia y
a Casiana que acuden y se agarran cada una a un brazo de la señora)
Las tres haremos un largo viaje... y luego... ya veremos.
Casiana:
(con la guasa de siempre enseñando su
delantal) Señora... a dónde voy yo con esta pinta...
Doña Luisa:
(ilusionada) Iremos a la que dicen es
tierra de oportunidades, Casiana... Dicen que está llena de luz y
canguros,... y hombres (gestualizando) musculosos... (ríen las dos)
Alicia:
Abuelita... ¿y yo?
Doña Luisa:
Para ti, ángel mío, buscaré una
preciosa granja donde cuidarás a tus animalitos abandonados. Porque
esta vez sí,... (se agarran las tres frente al público)
¡Espéranos...
Doña Luisa, Casiana, Alicia:
… AUSTRALIA!