domingo, 28 de diciembre de 2014

AUSTRALIA III Acto I Escena


TERCER ACTO


PRIMERA ESCENA


(Habitación de doña Luisa. Cama grande y dos cirios encendidos a los lados. Muchas sillas a su alrededor. Un cuadro de algún santo sobre el cabecero. Flores sobre los muebles. Doña Luisa tumbada en la cama con la cara blanca y grandes ojeras pintadas. Le tiemblan las piernas exageradamente y abre un ojo creyéndose sola. Lo está. Entra Casiana con una bandeja y cierra la puerta)

Casiana:
(acercándose a doña Luisa, en voz baja) Señora... que soy yo...

Doña Luisa:
(estirándose y haciendo toda clase de gestos raros. Salta de la cama) Uffff.... No podía más... Agua.... (bebe sedienta... junta las piernas porque no aguanta el pipí) ¿Y el orinal?

Casiana:
(gesto al público diciendo “no”) el camino al baño lo tiene usted libre. (misteriosa) Todas duermen, menos las monjas que están cenando... (gesto de guasa y de comer mucho)

Doña Luisa:
¡Vieja ñoña!... Si me las encuentro tú te enteras...

(sale doña Luisa y Casiana se queda sola. Arregla la cama.)

Casiana:
¡Y ahora... a aguantar toda la noche! Ella dice que sí... que puede..., y cabezona es un rato... pero... no sé yo... Ya estaban diciendo las otras que si la pobre muerta parece dormida... (guasa) que serán cosas de la pena pero... los ojos parece que se le mueven... y la boca... y hasta las manos... y jurarían con la mano en los Evangelios que si dejan de mirarla un momento, al volver a poner los ojos en ella... ¡ha cambiado de postura!(ríe)... ¡Ay!...¡Ésta señora está loca!

(entra doña Luisa)

Doña Luisa:
¿Loca?... loca tú. (levantando el paño que tapa la bandeja come hambrienta) ¿Entonces vienen las monjas? (come sopa de pan y bebe dos copas de cazalla)

Casiana:
Son las primeras

Doña Luisa:
¡Ummmm, qué rico está esto!...Luego me traes un bocadillo de chorizo, ¡ah!..y mi copita de cazalla... a ver si así... no se mueven las tripas.

Casiana:
El apetito no lo pierde, no.... que esa sopa de ajo... con dos huevos cuajaos (gesto de gran comilona)... y... (coge la botella de cazalla) media botella de aguardiente...

Doña Luisa:
¡Pues claro!, a ver si no cómo paso yo el trance...
Ah... y no te alejes... nunca se sabe...

Casiana:
No señora no... (al público) ¡qué nochecita!

(se oye ruido fuera. Doña Luisa se apresura y vuelve a la cama. Casiana le retoca la cara con polvos de talco y la tapa con la colcha. Entran las monjas)

H. Herminia:
(con voz lastimera) Casiana, mujer, ve a dormir que con tu edad...

Casiana:
(con pena fingida) Por mi señora... lo que sea... Buenas noches.

(sale Casiana y la monja mira fuera antes de cerrar la puerta con atención)

H. Herminia:
Por fin... (se quita la toca) y se deja caer en una silla

Olvido:
¿Y ahora qué?

H. Herminia:
Ahora nada,... sólo esperar... Parece que nada más terminar el entierro vendrá el notario...

Olvido:
(quitándose la toca y el hábito. Se queda en combinación ) ¡Ahhh! ¡qué descanso!... no sé cómo aguantáis con tanto trapo... (con otro tono) No me fío de la bruja de la superiora..., esa es capaz de venir a buscarnos...

H. Herminia:
¿Cómo...? Si la furgoneta la tenemos nosotras... además le dije que el entierro sería tarde... por si las moscas...
(acercándose a doña Luisa) Luisa hija... espero que después de muerta seas más generosa... porque vaya limosnas de pena nos mandabas

Olvido:
¿Estás segura de que las otras te dejarán el dinero contante y sonante?... Mira que vender las fincas llevará un tiempo...

(la h. Herminia se da la vuelta y doña Luisa, sabiéndose sin miradas, se retuerce enfadada, se incorpora y hace gestos al público. Se tumba antes de que su prima se vuelva de nuevo)

H. Herminia:
Por eso no te preocupes: (poniendo cara de pedigüeña y fingiendo) Las monjitas esperan lo que mi santa prima haya tenido a bien donar con su gran corazón y generosidad..., ¡Dios la tenga en su Gloria!... Pobrecitas mías, ni para comer hay en el convento,... que todo lo que entra... sale... para nuestras pobres pecadoras...

Olvido:
(aplaude riendo) Muy convincente

H. Heminia:
(riendo) No imaginan mis parientas dónde llegará el parné...

H. Herminia y Olvido:
(juntas y al público) ¡a...Australia! (rien y bailotean juntas)

Olvido:
(ilusionada) Dicen que es tierra de oportunidades... donde no te preguntan de dónde vienes ni a dónde vas... Allí pondremos un restaurante, Herminia...

H. Herminia:
(ilusionada) “El Convento” se llamará... (ríen las dos)
(doña Luisa vuelve a incorporarse, se araña la cara, se tira del pelo... vuelve a tumbarse despeinada. Olvido deja de bailar viendo algo raro en doña Luisa)

Olvido:
(asustada tira de la manga a la H. Herminia) Herminia... ¿tú no ves rara a tu prima?

(se acercan las dos y miran a doña Luisa con atención)

H. Herminia:
No parece..., aunque... ¡qué pelos!... ¡Esta Casiana cada día está peor!

Olvido:
Repasemos el plan

H. Herminia:
En cuanto termine el notario...

Olvido:
a Madrid

H. Herminia:
Directas al aeropuerto...

Olvido:
el avión no espera...

(vuelven a bailar juntas)

H. Herminia y H. Olvido:
(juntas) ¡a Australia! (ríen)

(se sientan alegres pero cansadas, miran el reloj)

Olvido
¿cuándo vienen las otras?

H. Herminia:
en hora y media

Olvido:
(señalando con la cabeza a doña Luisa) ¿no te da pena?

H. Herminia:
Sí...., de mí.
Olvido:
si te criaste con ella...

H. Herminia:
Por eso... aguantarla esta noche será el último sacrificio que me imponga el hábito... ¡Ja! Desde mañana se acabó... No más reclusión, (irónica) no más trabajo que me hace libre..., ni más ver el amanecer arando la tierra del huerto... Se acabaron los rezos y letanías... ¡se acabó!

Olvido:
¡viva la libertad! (ríe)

H. Herminia:
Me fastidiaron tanto la vida... querida Olvido... Sus burlas me aplastaron, hicieron de mí algo peor que una rata... Así... ¡cómo me iban a querer mis padres!... ellos sólo veían en mí el fracaso de sus vidas... Las comparaciones son odiosas... y ellas eran tan monas,... hablaban tan bien francés... y yo tan gorda... tan poquita cosa...

Olvido:
(irónica) Anda..., anda..., ya sería menos

H. Herminia:
(se acerca a H. Olvido agresiva) ¿Ya sería menos?... Mis padres se contagiaron de mi indignidad... y poco a poco fueron perdiendo la prestancia que un día tuvieron. Terminaron consumidos por la vergüenza,... cada vez más pequeños,... más insignificantes, hasta que un día...¡pluf! se desvanecieron en el aire viciado de nuestra casa.

Olvido:
¿Y cómo acabaste en el convento?

H. Herminia:
Mis tíos tenían influencia en el arzobispado... consiguieron un lugar (irónica) lleno de paz para la pobre huérfana... No levantaba dos cuartas del suelo cuando entré en aquella cárcel perpetua, … de normas perpetuas,... de silencio perpetuo... (dirigiéndose a doña Luisa con ira) ¡Gracias prima... os lo debo!... Entonces empezó la rabia
Olvido:
(irónica y cruel) ¡Pobre Herminia!

H. Herminia:
Pero un día llegásteis vosotras... las reclusas. Aquel convenio entre el obispo y la Justicia que tanto escandalizó a las mentes bienpensantes os trajo a mí (ríe)... No me asustó vuestra falta de modales..., ni vuestra violencia... Con vosotras se abrieron las puertas de mi vida y conocí el mundo.. ¡Qué ironía! Al final Dios se apiadó de mí... Dios iluminó mi encierro con vuestra miseria,... mujeres inmundas,... ratas también vosotras... como yo.

Olvido:
(ríe) cómo te corroe la envidia...
H. Herminia:
(ríe) pero ya todo se acabó.

Olvido:
(atenta) parece que se oyen pasos

H. Herminia:
(mira el reloj) Falta poco... vístete.

(Olvido se viste apresurada, H. Herminia se pone la toca, se arrodillan apresuradas ante doña Luisa. Se abre la puerta. Es Casiana con una bolsa en la mano)

H. Herminia:
(arrodillada) Padre nuestro que estás... (haciéndose la sorprendida) Casiana... ¿tú aquí?

Casiana:
Sí hermanas, ya es la hora... Vayan a dormir. Ahora vendrá doña Clara.

H. Herminia:
Vamos entonces, hermana... descansemos... mañana será un día duro.


(las monjas se levantan y salen. Casiana cierra la puerta)

jueves, 25 de diciembre de 2014

AUSTRALIA II Acto III Escena



                 TERCERA ESCENA

  (Agustina coge a su hija de un brazo y salen las dos precipitadamente del salón. Las sigue Casiana y enseguida se la escucha hablar con Clara y Carmelita, fuera y luego entrando en el salón)

Clara:
Buenas noches, Casiana...

Casiana:
Bienvenida, señora... Carmelita, ¿tú por aquí?

(entran en el salón)

Clara:
(con gestos sofisticados, cansada) ¡Qué noticia tan tremenda y repentina!...Por fin encontré un avión... ya te dije cuando me llamaste que no sabía a que hora podría llegar. Vengo... muerta... De San Sebastián a Bilbao en coche, luego en avión a Sevilla... y por fin un taxista me ha traído hasta aquí... Por cierto... págale que no tengo suelto...

(sale Casiana)

Carmelita:
(asombrada) Pero cómo se le ocurre a esta mujer no decir nada en el pueblo...

Clara:
(dejándose caer sofisticada en un sillón)(no parece afectada) Ya sabes que es muy suya... La pobre Luisa tenía el cielo ganado con ella.

Carmelita:
¡Sí, ya sé, pero esto es el colmo!

(entra Casiana que ha oído la conversación)

Casiana:
No te asustes tanto... que son órdenes de la señora,... (teatral) Me dijo antes de morir: “Casiana... en el pueblo ni mú, que si se me acerca don Julián no respondo “... así que sólo está enterado el médico... y porque doña Luisa, antes de irse...(señalando al techo), le obligó a prometerle, con la mano en los evangelios, no abrir el pico...

Carmelita:
(impresionada)Típico de la pobre doña Luisa... pero no me lo puedo creer... si ayer estaba tan buena comiendo aceitunas que daba gusto verla... (curiosa) ¿y... cómo fue?

Clara:
(interrumpiendo) Bueno, bueno... dejaros de detalles morbosos y dime qué cuarto me has preparado. Antes de ir a verla me quiero asear un poco, que estoy hecha un desastre...

Casiana:
La acompaño... Espera aquí, Carmelita.

(salen Clara y Casiana)

Carmelita:
¡qué extraña muerte... tan repentina! Ayer estaba tan buenecita..., con su genio de siempre y (haciendo gestos de que le gustaba comer) su apetito... y hoy,... ¡no somos nada!... (sospechando) Aunque esto es muy raro... ¿será que la señora habrá...(gesto de cortarse el cuello) ella sola?... o que la vieja le haya dado un empujoncito... por lo que le pueda quedar, digo... No... no puede ser... Casiana es fiel como de las de antes... y la señora... tan religiosa... aunque vete tú a saber qué ideas le habrá metido en la cabeza el cura de la Puebla...

(entra Casiana)

Casiana:
Ya estoy aquí, Carmelita... (se deja caer en la mecedora, cansada)

Carmelita:
(acercándose a Casiana con curiosidad) de piedra me he quedado...

Casiana:
(misteriosa) no te quedes tan de piedra...

Carmelita:
(curiosa) ¿y eso?

Casiana:
que las cosas nunca son como parecen...

Carmelita:
Casiana... por Dios,... que me tienes en un ay...

Casiana:
(quitando importancia) nada mujer... es la pena... que me hace desvariar.

Carmelita:
Ah, bueno... te has puesto tan... misteriosa...

Casiana:
(de nuevo misteriosa) es que no es para menos...

Carmelita:
¿Ha sido... ella misma la que...?

Casiana:
(escandalizada) ¡no, por Dios, pero qué cosas dices!

Carmelita:
¿entonces... ha sido otro el que...?

Casiana:
¡deja ya de pensar cosas raras! Qué cabeza más ceniza...

Carmelita:
¡si eres tú!...

Casiana:
(falsamente inocente) ¿yo...?

Carmelita:
Sí... con ese misterio...

Casiana:
(otra vez misteriosa) es que no es para menos...

Carmelita:
(cansada de bromas) Mira... anda... (cambiando de tema) Ah, se me olvidaba... al entrar he visto a doña Encarna con Josefita,... que tampoco sabía nada... que ahora se acerca. La pobre se ha quedado traspuesta con la noticia...

Casiana:
(espantada, para el público) ¡Otra! ¡ay, mi madre!
(asustada a Carmelita) pero... ¿ No te digo que la señora no quería...?

Carmelita:
Mujer, yo que sabía... (vuelve a la curiosidad) además no entiendo yo tanto misterio...

Casiana:
(cortando el tema) de misterio nada... cada uno se muere como le da la gana.

Carmelita:
(resignada a no saber) Bueno... me acerco al bar por un caldito y carne mechada... que no habrás podido hacer nada, y con el hambre que dan estas cosas...

Casiana:
Te lo agradezco, Carmelita... ( imitando a doña Luisa) ¡siempre tan atenta! Es verdad que de hacer hoy... poco... y (con sorna) algo querrán comer, que en los velorios...

(suena la esquila)

Casiana:
(santiguándose) las que faltaban...

(Casiana sale a abrir y entran las tres, Encarna y Josefita vestidas de negro, con un velo en la cabeza, la madre su abanico, el bolso en el brazo)

Encarna:
¡Qué desgracia! ¡Ay, qué desgracia!... Pero... ¿cuándo ha sido...?

Casiana:
(teatral)
Esta tarde, doña Encarna... que la pobre señora, Dios la tenga en su gloria, subió al palomar para ver a los pajaritos y parece que le dio un aire..., que ya sabe usted que al refrescar se levantó un viento que tenía loco al pueblo..., y parece ser que con el aire... ¡paf!...un paralís, y con el paralís... ¡catapún!... se cayó escaleras abajo.

Carmelita:
(escuchando curiosa) ah...

Encarna:
(lastimosa) Si es que no somos nadie... como mi pobre Adolfo... así... de pronto... (con aire ensoñador) y mira que le dije... Adolfo, que el agua no es para ti... pero por llevarme la contraria... ¡zas! Se lanzó al río y no salió más... ¡ay!... (volviendo a la realidad)

Josefita:
(lastimosa) ¡Ay!
Encarna:
¿Está avisado don Julián?

Carmelita:
(cotilla) Parece que doña Luisa no quería que se supiera..., ni siquiera el cura... y digo yo que alguien tendrá que dar la misa del funeral...

Casiana:
(misteriosa) Tengo orden de llamar a don Francisco, el de la Puebla, en cuanto amanezca... para que no se vaya de la lengua...

Encarna:
Ah...

Carmelita:
Ah...

Josefita:
Ah...

Encarna:
(sumisa) ¿Y dejó dicho si podíamos acompañarla un ratito...?

Casiana:
Eso, un ratito... que ya dentro poco cierro el portón hasta mañana.

Carmelita:
(a Encarna) ¿vamos entonces?

Encarna:
(a Casiana) ¿vamos entonces?

Josefita:
(al vacío) ¿vamos entonces?

Casiana:
vamos allá

(salen las tres y el salón se queda solo. Al momento entra Clara que se ha puesto un vestido negro muy elegante, va fumando sofisticada y se dirige directamente al mueble sobre el que hay unas botellas y vasos. Se sirve un Whisky doble)

Clara:
(dirigiéndose al teléfono que está sobre una cómoda) Todavía no son las doce... no sé si habrá llegado... (marca un número y espera) (impaciente) no está,... (bebe lo que queda en el vaso de un trago). (vuelve a marcar, espera)... nada... (nerviosa) tengo que encontrarlo esta noche..., no puedo volver si no pago... (se acerca a la botella y se sirve de nuevo). Esta vez Armando está dispuesto a todo... (pasea nerviosa por el salón fumando y bebiendo). Tengo que hablar con el conde esta noche... Él dice que no... pero yo sé que es incapaz de dejarme en la estacada... es mi última oportunidad... (vuelve a marcar y espera) nada... (ansiosa)

(entra Casiana)

Casiana:
¿quiere usted comer algo? Carmelita ha traído del bar un caldito que resucita a un muerto...
(para el público) Ji, ji,...

Clara:
(sin enterarse de nada) Luego... luego... Tengo que hacer una llamada importante... que con las prisas...

Casiana:
Me voy entonces...

Clara:
Espera... dime cómo ocurrió la desgracia. Pobre Luisa...

Casiana:
(teatral)
La alberca... que con el calor le dio por meterse de golpe... ¡ay!... y parece que engollipó con la perrunilla de la merienda... Eso ha dicho el médico.

Clara:
¿un corte de digestión?

Casiana:
será...

Clara:
qué raro... con lo cuidadosa que fue siempre...

Casiana:
(lastimosa) ¡ay!, la vida...

Josefita:
(desde dentro) ¡Ay, la vida!

Encarna:
(desde dentro) ¡calla hija!

Casiana:
Estas dos ya mismo se van, que es hora de cerrar el portón.

(Casiana sale del salón y deja sola a Clara)


Clara:
(de nuevo marca un número en el teléfono. Enciende un cigarro y espera impaciente. Cuelga)
Nada,... (suplicante. Paseando por el salón) ¡Dios mío, por favor, ésta es la última, te lo juro! No me dejes así... no permitas que Armando me encuentre... (pensando) Aunque... no sabe que tengo una hermana..., ni idea de mis orígenes..., aunque el conde..., no... el conde no se irá de la lengua...
(suena el teléfono y da un respingo. Con cara de susto mira a un lado y a otro, como temiendo ser escuchada)
¡ No puede ser..!. (duda si descolgar o no. Finalmente descuelga) (con voz fingida) ¿digameeee? (alivio en su cara y en sus gestos) ¡Por Dios, Gregorio, qué horas de llamar!... Síiii, soy la señorita Clara... síiiii, he llegado esta tarde..... síiii.... ¿cómo?... ¡pero qué dices! ¿mi hermana...? pero si está...

(Casiana llega por detrás atropellada y le quita el auricular del teléfono)

Casiana:
Gregorio, la señora hoy no puede hablar contigo... nooo.... síiiii.... puede..... mañana.... noooo... síiii.... Si Dios quiere. (cuelga)
(a Clara, levantando los hombros) órdenes de la señora. (hace gesto de estar callada)

Clara:
Esta Luisa... ¿cerraste ya el portón?

Casiana:
Ahora mismo, ya se han ido las visitas.

Clara:
¿Quién hará el primer turno de vigilia?

Casiana:
Su prima Herminia y la hermana Olvido. Ahora van a cenar... y mientras sí mientras no... yo me quedaré de guardia. Ustedes acuéstense que mañana será un día duro.

Clara:
(apagando el eterno cigarro, mirando el teléfono con miedo) Sí, mañana será un día duro.


Fin del segundo acto. Intermedio

martes, 23 de diciembre de 2014

AUSTRALIA II Acto II Escena

   
                              SEGUNDA ESCENA


(Agustina sale del salón y se la oye hablar con la hermana Herminia mientras entran)

Agustina:
¡Ay, tía...! ¡Qué desgracia!

Hermana Herminia:
¡Hija mía, Agustina... resignación!

(entra Agustina acompañada de la hermana Herminia y la hermana Olvido que viene cargando dos maletas)

Agustina:
(lastimosa)
Sí tía... pero ha sido tan repentino... Has llegado pronto, ¿no?

H. Herminia:
Me avisó esta tarde Casiana y, como la madre superiora sabe de mi cariño por mi prima, ha tenido la cosa de ofrecerme la furgoneta del convento y a la hermana Olvido... que tiene carnet.

Agustina:
(saludando con la cabeza a la h. Olvido) mira qué bien...

H. Herminia:
llévame a su lado... sin más tardar.

Agustina:
(dirigiéndose a la h. Olvido que sigue callada y con las maletas) ¿Y usted...?

H. Herminia:
(anticipándose) La hermana no puede hablar, tiene promesa...

Agustina:
Ah... (deja de preocuparse por la h. Olvido y se agarra del brazo de su tía saliendo de la habitación)


(La hermana Olvido permanece en el salón con una maleta en cada mano. De pronto vuelve a entrar la h. Herminia con sigilo)

H. Herminia:
(sigilosa) ¿pero qué haces? Suelta ya las maletas...(buscando) allí (señalando un lugar detrás de un mueble pero a la vista del público)..., que no se vean mucho... La vieja Casiana es más lista que el hambre.

H. Olvido:
(resoplando) por fin... ¿Y ahora qué?

H. Herminia:
(misteriosa) Tú calladita... (con ironía) ya sabes que tienes promesa. Ven y no te separes de mí, así no habrá peligro...

(entra Casiana en el salón)

Casiana:
Ah, está usted aquí... que dice la señorita Alicia que la espera, que si no iban a rezar el rosario...

H. Herminia:
Ya voy. (como para Casiana) la pobre hermana Olvido... es un poco cortita y no quiero dejarla sola. Además como no habla... (empujando suavemente a la h. Olvido salen de la habitación), vamos, vamos, no te quedes aquí sola mujer...

Casiana:
(se apoya en un mueble y hace gestos de esperar lo peor) ¡Qué lío se avecina...! Doña Luisa se empeña en hacer siempre su santísima voluntad... como si los demás fuéramos tontos y no supiéramos de sus manejos... La pantomima acaba de empezar... por ahora nadie se ha dado cuenta... y es que los polvos de talco la han dejado... como muerta... (ríe)

(entra Alicia)

Alicia:
Tata... vengo un rato contigo... que mi madre y tía Herminia me tienen loca con letanías y padres nuestros... (se deja caer en la mecedora) La mecedora... ¿te acuerdas cuánto me gustaba de chica?... Abuelita me contaba cuentos aquí sentada y yo sobre sus rodillas... (llora sincera) ¿Por qué es así la vida...? ¿por qué no he podido despedirme de mi querida abuela? (mostrando desesperación) No sé que será de mí ahora sin ella... ¡con mi madre!...

Casiana:
(queriendo entender) ¿pues qué va a ser? Lo mismo, mi niña... la abuelita te seguirá cuidando... esté donde esté... , yo siempre aquí para ti... y ya sabes cuánto te quiere tu madre...

Alicia:
(para el público) si ella supiera...

Casiana:
seguirás con tus estudios de bichos... y cuando quieras te vienes aquí para que yo te cuide, como de chica... (se acerca a ella y acaricia su pelo mientras empuja la mecedora), te haré los dulces que te gustan... y juntas buscaremos ranas en la alberca del huerto, como de chica... Verás Alicita..., fíate de mí,...
(para el público) Si ella supiera...

Alicia:
(adormeciéndose con el meneo de la mecedora y las palabras de Casiana) ¡Qué sueño tan dulce, Tata!... Haces que me acuerde de mi infancia tan feliz... y parece que de nuevo soy una niña... y os tengo a la abuela y a ti...

Casiana:
Estás cansada de tanto ajetreo... ve a dormir, mi niña... Tienes tu cuarto preparado. No tienes edad de estar toda la noche en vela... para eso estamos las viejas.

(entra Agustina que ha escuchado las últimas palabras)

Agustina:
de eso nada... Alicia. Tú te quedas conmigo como está mandado ¡Vamos! ¿A quién se le ocurre no estar con tu abuelita (irónica) con lo que tú la querías? (a Casiana) y tú no le des ideas... que la niña ya no es tan niña y tiene que apechugar como todo el mundo...

Casiana:
(sorprendida con la reacción de Agustina) Agustina, hija..., ¿qué te ha dado?

Agustina:
(de mal humor) no me ha dado nada... que ya está bien de mimos para la niña... ¿y yo qué?...A partir de ahora las cosas van a cambiar... y mucho.

Casiana:
(para el público) no lo sabes tú bien...

Alicia:
(recriminatoria) Mamá, ya está bien... (más dulce) iré contigo... la abuelita se lo merece todo.

Casiana:
(manipulando descarada) Pero Agustina... lo suyo es hacer turnos... ¿para qué estar despiertas toda la noche con lo que nos espera mañana? Tenéis preparados los cuartos con las sábanas recién planchadas como a ti te gustan... Mañana, a eso de las ocho, llegarán los de la funeraria...

Agustina:
(bostezando) quizá tengas razón... Si... Alicita y yo descansaremos ahora (irónica)... ya que está tan cansada. Dí tú a mi tía Herminia que hagan ellas el primer turno... total... están acostumbradas al sacrificio...

(suena la esquila)

Casiana:
Será tu tía Clara. Ya me dijo que llegaría tarde.

Agustina:
(sobresaltada) Ah..., vamos Alicia..., no tengo ganas de más lloros...

(Agustina coge a su hija de un brazo y salen las dos precipitadamente del salón. Las sigue Casiana y enseguida se la escucha hablar con Clara y Carmelita, fuera y luego entrando en el salón)


jueves, 18 de diciembre de 2014

AUSTRALIA II Acto I Escena


ACTO II

( I )


(Salón de la casa de doña Luisa. Tarde/noche. Nadie en escena. Entra Agustina, la hija de doña Luisa, con Casiana vestida de negro pero con el delantal de flores. La hija viene alterada, cansada del viaje, hablando sin parar. Tiene unos cincuenta y tantos años. Nada la caracteriza especialmente)

Agustina:
(llorando exagerada) (se sienta)
Casiana por Dios, dime, cuéntame... me parece un sueño... no puede ser...

Casiana:
(sirviendo un vaso de agua de una jarra que hay sobre la mesa y dándoselo a Agustina) Sí, Agustinita, hija... la vida que es así... Anda... bebe agua que te vendrá bien...

Agustina:
(impaciente, bebe atropellada y se atraganta)
¡Pero dime ya! Si mi madre estaba tan buena... no entiendo...

Casiana:
(gestualizando cómica)
Pues... eso... que paseando por el jardín, cuando más sol hacía, le dio por subirse al poyete del limonero para coger una rama cuajadita que había,... entonces, con el relumbre del sol, en vez de coger la rama... se agarró al gato que por allí andaba... y del susto (gimiendo teatral) resbaló y ¡pum! Al suelo fue... ¡Pobre señora, tan buena que era!... El médico no pudo hacer nada, sólo certificar que la había palmado (señalando al techo como siempre) (suspirando)

Agustina:
(enfadada)
¡Casiana..., siempre tan bruta!...

Casiana:
Tú me preguntas y yo te cuento

Agustina:
¿Pero qué ha dicho el médico?

Casiana
que del golpe le dio una congestión... “celebral”

Agustina:
(exagerando)
¡Ay, mi madre...! ¡pobrecita...!¡con lo que ella era...!

(Entra Alicia, nieta de doña Luisa. Joven, con aspecto un tanto hippy típico de ciertos estudiantes de Biología)

Agustina:
Alicia, hijita... ¿has traído el equipaje?

(Alicia se abraza a Casiana)

Alicia:
¡Tata... qué pena!¡mi abuelita querida...!

Casiana:
Anda, anda..., mi niña...

Alicia:
(llorando sincera)
¿Dónde está? quiero verla

Casiana:
Está en su cuarto... Como es grande, cabe todo el que venga al velorio. He puesto sillas, y unos cirios. Vais a ver qué bonito está..., (suspirando muy cómica) y la señora...¡ay! parece un angelito bajado del cielo. (gestos de guasa al público)

Alicia:
Ven conmigo Casiana... Mamá...¿vienes?

Agustina:
(con gesto de agotamiento fingido)
Ahora... ahora. Ve tú Alicita, hija... me voy a quedar aquí..., sola,... necesito pensar en ella.

(salen Casiana y Alicia del brazo)

Agustina:
(mirando con atención si se han ido las otras)
¡Por fin!... ¡qué ganas de dejar la cara de pena! Lo que hay que hacer... por unos duros... Aunque ya son míos (ríe),... ahora podría parecer contenta, vestir de colores y hasta irme de fiesta... y seguirían siendo míos. ¡Míos! (se levanta contenta y da vueltas por el salón) (cambia de pronto. Con precaución) Pero no, mejor no... no vaya a ser... Además la pesada de mi hija no me lo perdonaría... ¡con lo que quería a su abuelita del alma!,... más vale llevarse bien, que conociendo a mi madre... es capaz de habérselo dejado todo a la niña. (rebuscando en los cajones de la cómoda) ¿estará por aquí... o lo tendrá el notario? Así de pronto, que yo recuerde... están el Chaparro con sus cochinos y sus vacas, la Vega con sus cultivos, la finca de regadío, unas cuantas fanegas de viñas cerca del cementerio, el olivar de la Puebla, la huerta, el casón de Villanueva que aunque necesite arreglos... vale un dinero... ¡Ahhh! (bailotea alegre) (cambia de pronto y pasa un dedo por el polvo de los muebles) ¡Qué rácana fue siempre! Con lo que tenía... no gastaba un duro en servicio..., como si Casiana pudiera con todo, pobre vieja... Ahora las cosas van a cambiar. Tiraré esta pared para que entre la luz... arreglaré los tejados que están llenos de goteras, y la bodega..., maderas nuevas, suelos, pintura...

(suena la esquila y Agustina se asusta)

Agustina:
¿quién será?


domingo, 14 de diciembre de 2014

AUSTRALIA I Acto III Escena

                                             
 TERCERA ESCENA



(Vuelve la luz. Mañana. En el salón Casiana, mejor peinada que el día anterior y con un delantal diferente, llamativo para que sea evidente, limpia el polvo con un plumero mientras canturrea y bailotea “En tu fista me colé' de Mecano, recordatorio de que son los años 80 del siglo XX) (Entra doña Luisa con mucha algarabía)


Doña Luisa:
¡Casiana..., ya sé!

Casiana:
(con cara de asombro) Buenos días tenga usted

Doña Luisa:
(impaciente) ¡Ay, déjate ahora de mandangas! ¡Qué ya sé, te digo!

Casiana:
¿Qué sabe?

Doña Luisa:
Lo que te dije ayer.

Casiana:
(hace un gesto de no saber sin decir nada)

Doña Luisa:
¡Por Dios! Cada día estás peor... ¡lo de saber... después de irme...! (señala al techo)

Casiana:
¡Ah, después de irse! (señala al techo ella también con guasa)

Doña Luisa:
(sin hacer caso a la ironía de la criada) Sí. Voy a hacer como que me he ido..., pero sin irme...

Casiana:
(con extrañeza y siempre cómica) ¿irse... sin irse?

Doña Luisa:
(sin hacer caso) Y tú me ayudarás.
(explicando) Verás. Yo inmóvil delante de sus narices... Ya sabes que en esas ocasiones se sueltan la lengua y el espíritu, y siempre se dice la verdad. Así sabré... lo que quiero saber.

Casiana:
¡Ahhh!... ¿Y para qué, señora? ¿No sería mejor dejar las cosas como están? Mire que cuando usted se haya ido (señalando al techo)... las cosas de aquí abajo (señalando el suelo) le van a importar bien poco...

Doña Luisa:
Nunca se sabe Casiana..., que yo me conozco... y seguro que me retuerzo allí donde esté si veo que esos cariños que me juraron... no son al final más que interés mundano. No es que yo dude de esos amores..., ¡Dios me libre! y menos de mi hija y de Alicita... pero las otras... Así me quedo más tranquila.

Casiana:
No sé..., no sé

Doña Luisa:
(sentándose y colocando una silla a su lado) Que sí mujer... ven aquí... y te cuento.

(Casiana se sienta con aprensión en la silla que ha colocado doña Luisa a su lado)

Doña Luisa:
Mañana, cuando todo esté listo, vas a llamar a Agustina, dile que me ha dado un... ataque de los buenos... y me he ido (señalando al techo). Que avise a las demás, que vengan rápido.

(Casiana escucha atenta, dice sí con la cabeza y abre mucho los ojos)

Entonces vendrán corriendo. ¡Irán llegando todas tristes las pobres!... Como tú las llamarás por la tarde... llegarán ya de noche, no se les vaya a ocurrir buscar al médico.

Casiana:
¿Está usted segura, señora?

Doña Luisa:
(con seguridad) ¡Sí!... Cuando lleguen encontrarán que todo está arreglado..., todos los trámites organizados..., y así no tendrán que hablar con nadie. Yo estaré en mi dormitorio, tumbada en la cama, con el vestido de encaje celeste y los zapatos nuevos. ¡Ah! tienes que pedirle a la sacristana unos cirios, dile que tenemos avería y estamos sin luz... o lo que se te ocurra.

Casiana:
La sacristana se va a extrañar...

Doña Luisa:
(sin hacer caso) ...y trae unas flores del jardín. Rosas y celindas que dan muy buen olor.

Casiana:
¿Y Gregorio?

Doña Luisa:
Dile cuando venga que estoy resfriada, que no tengo ganas de ver a nadie.

Casiana:
¿Ycuando vea a sus familiares llegando al pueblo?

Doña Luisa:
Si lo haces bien no verá a nadie... la gente de campo se recoge temprano. Y si se encontrara con alguien ¿tan raro sería recibir la visita de mis parientes?

Casiana:
(haciendo gestos al público indicando que la señora se ha vuelto loca) Ay, señora... que yo esto no lo veo...

Doña Luisa:
Qué sí, pesada. Luego tendrás que ser tú la que organice los turnos del velatorio. Diles que para qué vais a estar despiertas toda la noche..., que hay que descansar,... que el día siguiente será muy duro...

Casiana:
Mire..., que las cosas no salen nunca como se planean... y al final se va a quedar usted más sola que la una.

Doña Luisa:
¡Anda...anda...!... ¡Ah! y diles que el notario ya está avisado... que yo le pedí antes de... irme (vuelve a señalar al techo)... que en caso de mi... ida (otra vez señala arriba)... acelerara los trámites para que mis familiares no tuvieran que dejar sus quehaceres por mucho tiempo.

Casiana:
(para el público) ¡Ay...ay...! ¡que ha perdido el norte!
(para doña Luisa) señora, yo creo que...

Doña Luisa:
(decidida) Me da igual lo que creas... las cosas se harán como yo digo.

Casiana:
¿Pero cómo va a aparentar usted estar muerta? Mire que cuando respira ese pecho tan lozano (hace gesto de pecho abundante con guasa) da unos saltos... que para qué...

Doña Luisa:
Pues me tapas con la colcha.

Casiana:
(como para pillarla en un renuncio)
¿Y cómo va a aguantar usted tanto tiempo sin moverse?

Doña Luisa:
(retadora)
Me estiraré entre turno y turno.

Casiana:
(como para pillarla)
o sin abrir los ojos...

Doña Luisa:
si los entorno una mijita... ni se enteran

Casiana:
(como para pillarla)
o... ¿sin abrir el pico?

Doña Luisa:
(harta de tanta aprensión y tanta guasa)
Síiii.... sin abrir el pico... hasta que estemos tú y yo, solas, y te diga de todo... menos bonita, vieja chocha.

Casiana:
(sin importarle la actitud de la señora sigue con su guasa)
¿y cuando quiera comer o beber?

Doña Luisa:
(harta, agresiva, rápida)
un bocadillo y un botijo...

Casiana:
¿Y... desaguar?

Doña Luisa:
(pensando antes, con guasa)
un orinal

Casiana:
(gestualizando, renunciando a la ironía)
¡Ah, no! ¡eso sí que no!

Doña Luisa:
(orgullosa, sintiéndose vencedora en aquella lucha)
¡Ja!... Tú harás lo que yo te diga.

Casiana:
(para doña Luisa, indignada) ¡faltaría más!
(para el público) ¡yo...por el orinal no paso!

Doña Luisa:
Y ya está bien de cháchara. Vamos con los preparativos y... ¡Que empiece la función!


(cae el telón. Fin del primer acto.)

miércoles, 10 de diciembre de 2014

AUSTRALIA 1º Acto 2ª Escena

                                                                         
                                                                                            
   
             1º Acto                          
          2ª ESCENA


(Doña Luisa se ha levantado y pasea pensativa. Casiana entra de nuevo en el salón)

DOÑA LUISA:
¿Ya se fue la pelmaza de Encarnita?

CASIANA:
Sí señora...

DOÑA LUISA:
(criticona) y esa pobre Josefita...tan antigua... es como una aparición.

CASIANA:
(guasona imitando a Josefita) sí señora.... ¿Le traigo su leche con galletas?

DOÑA LUISA:
Deja, deja, que hasta mal cuerpo me ha dejado la tonta esa. Anda, siéntate aquí conmigo ahora que se está fresquito.

(Doña Luisa vuelve a su sillón, Casiana se sienta en una silla muy tiesa)

DOÑA LUISA:
¿Tú crees que Encarna tiene razón?

CASIANA:
¿En qué?

DOÑA LUISA:
No te hagas la tonta que de más sé que has estado escuchando...

CASIANA:
(disimulando burdamente) ¿yo...?

DOÑA LUISA:
Sí, tú, que eres muy lista. ¿Tiene razón o no?

CASIANA:
Pues yo creo que sí... Tenemos muchos años... y es cosa de los ricos eso de hacer testamento. Su padre lo hizo... y le dejó a usted y a doña Clara todo lo que tienen.

DOÑA LUISA:
¿entonces... tú lo harías?

CASIANA:
Yo soy libre, señora. Los pobres es lo que tenemos... nada que pensar, nada que dejar,... así como no hay líos podemos descansar en paz..., digo yo (hace un gesto cómico de incertidumbre al público).

DOÑA LUISA:
¿Y las cosas que te dejó tu madre?

CASIANA:
Si habla usted de la medalla de la Virgen del Carmen y de los pendientes de mi abuela... hace tiempo se los regalé a mi sobrina Pastora, y agradecida que me está (con ironía) que aquí la tengo conmigo toditos los días.

DOÑA LUISA:
Verdad... Luego viene... lo del agradecimiento. Y empiezas a pensar..., y a dar vueltas la cabeza, y a no poder dormir... ¿Se merecerán los que quedan esos desvelos y mi herencia cuando yo falte?

CASIANA:
(para sí, para el público, con ironía) ¡ufffff!
(en alto) Nunca se sabe señora, pero usted quede tranquila que por lo que le toca irá derechita al cielo.

DOÑA LUISA:
Déjate de mandangas, Casiana. Qué cielo ni cielo, lo que yo quiero es que no se rían de mí después de muerta. Vamos..., que si me entero soy capaz de levantarme de la tumba.

CASIANA:
(con ironía)
¿No le daba a usted tembleque cuando se habla de estas cosas?

DOÑA LUISA:
Sí, pero ya puestas...

CASIANA:
¡Ah!... (hace muecas de guasa al público)

DOÑA LUISA:
(con aire soñador se levanta y camina gestualizando) ¡cómo han cambiado las cosas! ¿eh, Casiana? Te acuerdas cuándo éramos chicas, con mis padres y mi hermana, tu madre, la casa llena de gente..., y tanta vida ¿te acuerdas?

CASIANA:
(con paciencia irónica) Siii...

DOÑA LUISA:
Qué bonito era aquello. Cocinera, criadas y la doncella de mi madre, la tata Presenta y el ama de Clarita, los zagales, el pobre José Orejilla... ¡cuánta gente!...Y cuando llegaban los hombres del campo y salíamos las tres al corral..., y luego nos reñían porque nos llenábamos de mugre ¿te acuerdas?

CASIANA:
Siii...

DOÑA LUISA:
O en Navidad, cuando venían las familias de los braceros a que mi madre les diera el aguinaldo. ¡Ay, qué bonito era!

CASIANA:
(con ironía) Siii, muy bonito... (para sí, para el público, con ironía) sobre todo para las familias de los braceros.

DOÑA LUISA:
(sin escuchar las ironías de la criada) Y cuando venían mis tíos con la prima Herminia que era chica y la hacíamos rabiar ¿te acuerdas? (riendo feliz)... ¡Tanto la hicimos rabiar que acabó en un convento!

CASIANA:
(siempre con ironía) Siii... ¡pobre señorita Herminia!

DOÑA LUISA:
Tuvimos una buena juventud, ¿eh, Casiana?... Sin necesidades, gracias a Dios,... ¡y a papá! (solemne) La que tenía dinero era mamá... que mi abuelo fue la mayor fortuna de la baja Extremadura... y sólo tuvo esa hija..., pero mi padre supo administrarla y dobló las propiedades, como hace un hombre cabal. Siempre pensando en lo que dejaría a sus hijas,... ¡pobre papá!

CASIANA:
(hace gestos al público como de estar cansada de las historias de la señora)
(siempre irónica) Muy bueno y generoso que era don Remigio, (para el público) sobre todo con las pilinguis de la Tuerta...

DOÑA LUISA:
¿Qué crees tú que harán con lo que yo les deje?... Me gustaría verlo...

CASIANA:
Siendo usted como es... segurito que desde allí (hace un gesto hacia las alturas) seguirá mandando.

DOÑA LUISA:
(riendo)
Mira que eres mala... criada de los demonios.

CASIANA:
(siempre con guasa)
Yo... ¡una santa es lo que soy!... ¡igualita que la madre de don Julián!

DOÑA LUISA:
(alegre) ¡Qué guasa tienes!... Pues ¿sabes lo que te digo? Que yo tengo que saber qué van a hacer con lo que les deje cuando me haya ido (mira al techo señalando las alturas), ¡como me llamo Luisa del Monte!... Ahora vamos a dormir que no hay nada mejor que un sueño reparador para tener buenas ideas... y mañana será otro día.


(se apagan las luces. Cae la noche. Fin de la escena)


domingo, 7 de diciembre de 2014

AUSTRALIA 1ºActo 1ª Escena

AUSTRALIA (COMEDIA DE ENREDO) ACTO I PRIMERA ESCENA

 Años 80 del siglo XX. Salón de la casa grande de doña Luisa del Monte. Típico salón de casa grande de pueblo, con muebles oscuros, cortinas pesadas, alfombras, fotos, cuadros,... todo vetusto, un poco decrépito y con un dedo de polvo, con una puerta y un ventanal que da a la plaza donde está la iglesia. Una mecedora. Retumban las campanas del reloj, son las 8 de la tarde. Verano. Doña Luisa está sentada con un libro en las manos. Se abanica con fuerza mientras lee, se la ve agobiada por el calor de agosto. Llaman a la esquila del portón.

DOÑA LUISA: ¡Casiana!...

CASIANA: (a lo lejos) ¡voooy!

 Doña Luisa: (impaciente) Esta mujer cada día está más sorda ¡Casiana!...

 (entra Casiana, cómica, con un trapo en las manos y malhumorada. Tiene el pelo canoso revuelto en un moño deshecho, vestido oscuro y delantal de flores viejo y costroso. Andares lentos y aspecto estrafalario)

 CASIANA: ¡Ya estoy, qué prisas!

 DOÑA LUISA: (recriminatoria) ¡Ay, la vejez...!

 CASIANA: (Con retranca) La mismita que la suya (para el público) ¿no te digo?

 DOÑA LUISA: ¿No has oído la esquila? Ve a abrir, mujer. Será doña Encarna.

 CASIANA: (sin hacer caso) Estaba con Carmelita que ha venido por el corral, ha traído aceitunas de La Fuente, para que las pruebe usted. Venía de una procesión..., rogativas dice... que el pueblo está revuelto con los cortes de agua.

 DOÑA LUISA: (con extrañeza) ¿Rogativas?

 CASIANA: ¡Ah! Y Gregorio está ahí, que si da usted su permiso.

 DOÑA LUISA: ¡Claro mujer! A ver qué nuevas trae del campo.

 (vuelve a sonar la esquila)

 DOÑA LUISA: (impaciente) ¡Casiana, abre la puerta!

 (Casiana sale sin prisas. Al momento se la oye hablar con Encarna)

 ENCARNA: ¡Ay, qué me da!

 CASIANA: ¡Cómo vienen ustedes, pasen, pasen!

 ENCARNA: ¡y que lo digas! ¡casi me da un flato en la procesión!.. ¿Y la señora, en la salita?

 (entran Casiana, Encarna y Josefita su hija. Encarna viene muy arreglada, con un bolso colgado del brazo, collar, los labios rojos y un abanico. Se la ve sofocada, con la cara roja y la respiración alterada. Entra agarrándose al brazo de su hija. Josefita es una mujer de unos treinta años pero vestida como su madre, callada y tímida, con aspecto de poquita cosa.)

 ENCARNA: (sin resuello) Buenas tardes, Luisa.

 DOÑA LUISA: (Levantándose y acercándose a sus amigas) Buenas sean. Sentaos, anda..., ¿así venís de misa?

 ENCARNA: (cayendo en la mecedora) Sí... de misa y de la procesión, que a don Julián no se le ha ocurrido otra que sacar al santo, a ver si llueve.... Josefita hija (da golpecitos en la silla que tiene al lado)

 JOSEFITA: (obediente se sienta muy modosa) Sí mamá.

 DOÑA LUISA: (con guasa) ¡Éste hombre no tiene ocurrencia sana! ¡Cómo si fuera a llover en agosto por muy santo que sea el santo!

 ENCARNA: Sí hija, y a las cinco de la tarde..., como los toreros.

 DOÑA LUISA: (con guasa) ¡Bueno...! Ya le dio aquella vez por los milagros, cuando decía que el hijo de Lorenza había sido cosa del santo porque a la muchacha no se le conocía novio.

 (Casiana que espera de pie las órdenes de su señora se ríe con disimulo pero claramente para el público. Josefita asiente con la cabeza)

 CASIANA: (para sí, para el público) (con guasa) Sí, sí, cosa del santo.

 ENCARNA: ¡Pues no ha quitado a Santa Inés de su hornacina y ha puesto una foto de su madre porque dice que para santa ella!

 (Casiana se ríe más aún y hace gestos al público. Josefita asiente moviendo más aún la cabeza)

ENCARNA: Dice que el lunes le empezaremos a rezar una novena, que lo mismo su santa madre tiene más que hacer en el cielo que san Anselmo.

 (Casiana se apoya en un mueble porque la risa es tanta ya que la hace tambalearse. Josefita vuelve a asentir con la cabeza y el moviemiento es exagerado y cómico. Las dos señoras las miran con asombro)

 ENCARNA: (cariñosa)¡Josefita hija, deja el baile!

 JOSEFITA: (obediente deja el movimiento) Sí mamá.

 DOÑA LUISA: (molesta, a la criada) Casiana, ya está bien. Di a Gregorio que lo espero... y trae el agua de limón y unas tapas ¡Bien de hielo! Salchichón y queso,... y aceitunas de las de Carmelita que las vamos a probar... ¿Josefita hija, tú prefieres cocacola?

 JOSEFITA: Si puede ser... (su madre la corta)

 ENCARNA: (sin dejar hablar a su hija) No..., para la niña lo mismo, ¿verdad hija?

 JOSEFITA: (con cara de resignación) Sí, mamá.

 (Casiana sale riendo)

 DOÑA LUISA: Esta mujer... ya no tiene respeto por nada. Claro, desde chica conmigo... 

ENCARNA: La madre ya estaba con tus padres, ¿no?

 DOÑA LUISA: La cocinera de toda la vida. Y ésta..., criándose conmigo, que los mismos años tenemos. (Se levanta y abre el ventanal) Parece que ya refresca.

 (Entra en el salón Gregorio, el encargado. Es un hombre con aspecto bondadoso, de campo, de unos 60 años)

 GREGORIO: (modesto) ¿Da su permiso? Buenas tardes a usted y a la compaña.

 DOÑA LUISA: Pasa Gregorio,... ¿qué nuevas traes? ¿Qué pasó con el pozo?

 GREGORIO: Pa eso vengo... vamos a tener que encargar unos remolques de agua del pantano..., la cosa está mu mala. Los bichos están que dan pena...¡meca!... ¡si en septiembre no viene una buena otoñá...!

 DOÑA LUISA: ¡Vaya por Dios! No son buenas noticias, no... Total... que en el pozo nuevo ni gota ¿no?

 GREGORIO: Ni en el nuevo ni en el viejo... el del Chiva es el único que aguanta. Pa el invierno habría que hacer un nuevo sondeo... ya sabe usted que el Casimiro dijo que haber agua... hay,... que las varas no se equivocan.

 DOÑA LUISA: Habrá que hacerlo, Gregorio... por ahora habla con el del remolque y me vas diciendo.

 GREGORIO: Si no precisa na más....

 DOÑA LUISA: Nada, gracias hombre. Hasta mañana.

 GREGORIO: Queden ustedes con Dios.

 (Sale Gregorio)

 ENCARNA: Qué suerte tienes con este hombre. Se le ve tan bueno... tan servicial...

 DOÑA LUISA: Casiana y él son los que me quedan de toda la vida...¡viejos como Matusalén..., como yo!... Al final son más familia mía que muchos de mis parientes.

 ENCARNA: Y tu hija y la niña, ¿vendrán este año?

 DOÑA LUISA: No lo sé. Ya en estas fechas y no han aparecido... ¡con este calor! Pero Alicita me prometió que se vendría unos días. A ella le gusta ir al campo...(orgullosa), cómo estudia cosas de animales... Biología me parece que se llama.

 ENCARNA: ¡Cómo pasa el tiempo, Luisa! Parece que fue ayer cuando se casó Agustina, la pobre. ¡Y qué mala pata tuvo!

 DOÑA LUISA: Verdad. Ha tenido mala suerte mi pobre hija..., aunque yo se lo advertí: mira que ese muchacho no es para ti, pero como si nada. Tú sabes que los jóvenes son así, y ¡era tan joven! 

ENCARNA: (abanicándose con ganas. A Josefita) Tú, hija mía, siempre conmigo, que los hombres... ya se sabe.

 JOSEFITA: (con cara de susto y aguante) Sí, mamá.

 ENCARNA: (A doña Luisa. Cotilla) ¿y habéis sabido algo de él? Porque dicen que desde que se fue a comprar...

 DOÑA LUISA: Tabaco...

 ENCARNA: eso... tabaco. ¿Y luego?

 DOÑA LUISA: (cotilla, acercándose a su amiga buscando confidencialidad) Sólo eso que dicen... lo que tú ya sabes...

 ENCARNA: ¿eso que dicen... (con miedo) del otro?

 DOÑA LUISA: Sí hija..., que por lo visto una amiga de Agustina tiene una prima segunda que tiene una tía tercera... que lo vio... ¡con otro!

 ENCARNA: ¿será posible?

 DOÑA LUISA: ¡degenerado!

 ENCARNA: ¡Oy, oy! Pobrecita tu niña...

 DOÑA LUISA: Pero claro..., ¡así se entiende! Porque mejor que Agustina no iba a encontrar a otra..., que guapa mi hija es como una princesa,... y buena..., y trabajadora. Mira cómo ha sacado a Alicita adelante, y poco me ha pedido..., aunque yo... claro... no la iba a dejar sin su ayuda siendo tan merecida. (sonríe orgullosa)

 ENCARNA: ¿y dónde decías que trabajaba?

 DOÑA LUISA: ¡Hija, si te lo he contado mil veces!... Como no quiso estudiar.... una lástima. Pero tiene un buen trabajo en el despacho de un abogado... y lleva tanto con él que el hombre no puede pasarse sin ella ni un momento. Por eso viene tan poco..., y me da mucha pena, pero qué le vamos a hacer. El trabajo es lo primero.

 (Casiana entra dando trompicones con una bandeja repleta en las manos. La deja sobre la mesa y se va sin decir nada. El público ve cómo se queda detrás de la puerta para escuchar la conversación haciendo muecas con todo lo que escucha. Es el punto cómico de la escena pero sin robar protagonismo a la conversación de las señoras. Doña Luisa se levanta y sirve los vasos, luego saca de un mueble una botella de cazalla. Vierte un chorrito en el vaso de Encarna y el suyo. Hace ademán de echarlo también en el de Josefita)

 ENCARNA: (apresurada) No Luisa... ¡a la niña no!

 JOSEFITA: (haciendo gestos alegres y ansiosos) Sí, mamá....

 (Encarna echa una mirada asesina a su hija)

 JOSEFITA: (haciendo gestos tristes y resignados) No, mamá...

 ENCARNA: (a doña Luisa) ¿y de novios cómo anda tu Agustina?

 DOÑA LUISA: Nada de novios. Yo se lo digo: olvídate de los hombres que sólo dan disgustos. Además, como trabaja tanto... ni tiempo tiene. Ellas dos están muy bien solas.

 ENCARNA: (a su hija) ¿Has visto?... lo que yo te digo. Las dos están muy bien solas..., como nosotras.

 JOSEFITA: (gesto de angustia) Si...., mamá

 ENCARNA: (a doña Luisa) Oye, y hablando de otra cosa... Como Agustina trabaja con un abogado... ya habrás pensado en tu testamento, ¿no?

 DOÑA LUISA: (alarmada) ¿Pero qué dices?

 ENCARNA: (apurada)(cómica a pesar de lo dramático de lo que cuenta) Ay, perdona mujer. Verás, es que yo... lo estoy rumiando, ¿sabes?... Ya tengo una edad... y no quiero abandonar a mis hijos con el mismo lío que nos dejó el pobre Juan, Dios lo tenga en su gloria. Siempre me decía que él no pensaba morirse, mira qué pena, y luego cayó pajarito cuando le dio aquella tarde por meterse en el río por donde cubría... Y mira que se lo dije: Juan, que no..., que el agua no es lo tuyo... pero... si bueno era... cabezón más, y por llevarme la contraria... ¡zas! se lanzó, se hundió y no salió más el pobre mío... ¡Ay, la vida!

 JOSEFITA: (suspirando) Ay... la vida. Sí, mamá.

 DOÑA LUISA: (ofendida) Sí, sí,... por eso... tú puedes hacer lo que te parezca pero a mí me dejas de testamentos y gaitas (se empezó a santiguar como poseída). Lagarto, lagarto... Esas cosas aquí no se nombran

 ENCARNA: Hija no te entiendo. Es ley de vida... un día llega y ¡plum!... una se muere. ¿Y qué? No pasa nada. Y menos a ti con lo buena cristiana que has sido siempre... bueno... hasta que llegó don Julián a la parroquia... que desde que él está ni la pisas. (recriminatoria)

 DOÑA LUISA: ¿Con ese loco? ¡Ni pienso! Ya me organizo yo los rezos en mi capilla que bien bonita que es, con sus reliquias de Santa Teresa y todo. Y para la misa... Manolín el taxista me lleva a La Puebla los domingos, que con don Francisco da gusto...

 ENCARNA: Pues eso... lo que te decía... que siendo tan buena cristiana... qué miedo puede darte a ti pasar a mejor vida.

 DOÑA LUISA: (ofendida y asustada, cruza los dedos y con ellos se santigua) ¡Encarna... vamos a tener la fiesta en paz!

 ENCARNA: Muy bien, hija, qué humores... (se enfurruña) (mira el reloj que hay sobre la cómoda) ¡Vaya, se ha hecho tarde sin darme cuenta! Josefita, más vale que volvamos a casa que nos estarán esperando para cenar.

 DOÑA LUISA: (ofendida) Sí, anda, iros ya que os echarán de menos... ¡Casiana!

 (La puerta del salón se abre de sopetón y aparece Casiana dando un traspiés. Es evidente que escuchaba detrás de la puerta)

 DOÑA LUISA: (para sí) Lo que yo diga, ésta no tiene arreglo. (en alto) Acompaña a doña Encarna y la niña que ya se van.

 ENCARNA: (se levanta y va hacia su amiga que no se inmuta) Un beso Luisa (se lo da y doña Luisa no se lo devuelve), y no te enfades... que sólo digo la puritita verdad.

 (salen Encarna y Josefita con Casiana)