( I )
(Salón de la casa de doña Luisa.
Tarde/noche. Nadie en escena. Entra Agustina, la hija de doña Luisa, con Casiana vestida
de negro pero con el delantal de flores. La hija viene alterada,
cansada del viaje, hablando sin parar. Tiene unos cincuenta y tantos años. Nada la caracteriza especialmente)
Agustina:
(llorando exagerada) (se sienta)
Casiana por Dios, dime, cuéntame...
me parece un sueño... no puede ser...
Casiana:
(sirviendo un vaso de agua de una
jarra que hay sobre la mesa y dándoselo a Agustina) Sí,
Agustinita, hija... la vida que es así... Anda... bebe agua que te
vendrá bien...
Agustina:
(impaciente, bebe atropellada y se
atraganta)
¡Pero dime ya! Si mi madre estaba tan
buena... no entiendo...
Casiana:
(gestualizando cómica)
Pues... eso... que paseando por el
jardín, cuando más sol hacía, le dio por subirse al poyete del
limonero para coger una rama cuajadita que había,... entonces, con
el relumbre del sol, en vez de coger la rama... se agarró al gato
que por allí andaba... y del susto (gimiendo teatral) resbaló y
¡pum! Al suelo fue... ¡Pobre señora, tan buena que era!... El
médico no pudo hacer nada, sólo certificar que la había palmado
(señalando al techo como siempre) (suspirando)
Agustina:
(enfadada)
¡Casiana..., siempre tan bruta!...
Casiana:
Tú me preguntas y yo te cuento
Agustina:
¿Pero qué ha dicho el médico?
Casiana
que del golpe le dio una congestión...
“celebral”
Agustina:
(exagerando)
¡Ay, mi madre...! ¡pobrecita...!¡con
lo que ella era...!
(Entra Alicia, nieta de doña Luisa. Joven, con aspecto un tanto hippy típico de ciertos estudiantes de Biología)
Agustina:
Alicia, hijita... ¿has traído el
equipaje?
(Alicia se abraza a Casiana)
Alicia:
¡Tata... qué pena!¡mi abuelita
querida...!
Casiana:
Anda, anda..., mi niña...
Alicia:
(llorando sincera)
¿Dónde está? quiero verla
Casiana:
Está en su cuarto... Como es grande,
cabe todo el que venga al velorio. He puesto sillas, y unos cirios.
Vais a ver qué bonito está..., (suspirando muy cómica) y la
señora...¡ay! parece un angelito bajado del cielo. (gestos de
guasa al público)
Alicia:
Ven conmigo Casiana... Mamá...¿vienes?
Agustina:
(con gesto de agotamiento fingido)
Ahora... ahora. Ve tú Alicita,
hija... me voy a quedar aquí..., sola,... necesito pensar en ella.
(salen Casiana y Alicia del brazo)
Agustina:
(mirando con atención si se han ido
las otras)
¡Por fin!... ¡qué ganas de dejar la
cara de pena! Lo que hay que hacer... por unos duros... Aunque ya
son míos (ríe),... ahora podría parecer contenta, vestir de
colores y hasta irme de fiesta... y seguirían siendo míos.
¡Míos! (se levanta contenta y da vueltas por el salón) (cambia de
pronto. Con precaución) Pero no, mejor no... no vaya a ser... Además
la pesada de mi hija no me lo perdonaría... ¡con lo que quería a
su abuelita del alma!,... más vale llevarse bien, que conociendo a
mi madre... es capaz de habérselo dejado todo a la niña.
(rebuscando en los cajones de la cómoda) ¿estará por aquí... o lo
tendrá el notario? Así de pronto, que yo recuerde... están el
Chaparro con sus cochinos y sus vacas, la Vega con sus cultivos, la
finca de regadío, unas cuantas fanegas de viñas cerca del
cementerio, el olivar de la Puebla, la huerta, el casón de
Villanueva que aunque necesite arreglos... vale un dinero... ¡Ahhh!
(bailotea alegre) (cambia de pronto y pasa un dedo por el polvo de
los muebles) ¡Qué rácana fue siempre! Con lo que tenía... no
gastaba un duro en servicio..., como si Casiana pudiera con todo,
pobre vieja... Ahora las cosas van a cambiar. Tiraré esta pared
para que entre la luz... arreglaré los tejados que están llenos de
goteras, y la bodega..., maderas nuevas, suelos, pintura...
(suena la esquila y Agustina se
asusta)
Agustina:
¿quién será?
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