(Agustina sale del salón y se la oye
hablar con la hermana Herminia mientras entran)
Agustina:
¡Ay, tía...! ¡Qué desgracia!
Hermana Herminia:
¡Hija mía, Agustina... resignación!
(entra Agustina acompañada de la
hermana Herminia y la hermana Olvido que viene cargando dos
maletas)
Agustina:
(lastimosa)
Sí tía... pero ha sido tan
repentino... Has llegado pronto, ¿no?
H. Herminia:
Me avisó esta tarde Casiana y, como
la madre superiora sabe de mi cariño por mi prima, ha tenido la
cosa de ofrecerme la furgoneta del convento y a la hermana Olvido...
que tiene carnet.
Agustina:
(saludando con la cabeza a la h.
Olvido) mira qué bien...
H. Herminia:
llévame a su lado... sin más tardar.
Agustina:
(dirigiéndose a la h. Olvido que
sigue callada y con las maletas) ¿Y usted...?
H. Herminia:
(anticipándose) La hermana no puede
hablar, tiene promesa...
Agustina:
Ah... (deja de preocuparse por la h.
Olvido y se agarra del brazo de su tía saliendo de la habitación)
(La hermana Olvido permanece en el
salón con una maleta en cada mano. De pronto vuelve a entrar la h.
Herminia con sigilo)
H. Herminia:
(sigilosa) ¿pero qué haces? Suelta
ya las maletas...(buscando) allí (señalando un lugar detrás de
un mueble pero a la vista del público)..., que no se vean mucho...
La vieja Casiana es más lista que el hambre.
H. Olvido:
(resoplando) por fin... ¿Y ahora qué?
H. Herminia:
(misteriosa) Tú calladita... (con
ironía) ya sabes que tienes promesa. Ven y no te separes de mí,
así no habrá peligro...
(entra Casiana en el salón)
Casiana:
Ah, está usted aquí... que dice la
señorita Alicia que la espera, que si no iban a rezar el rosario...
H. Herminia:
Ya voy. (como para Casiana) la pobre
hermana Olvido... es un poco cortita y no quiero dejarla sola.
Además como no habla... (empujando suavemente a la h. Olvido salen
de la habitación), vamos, vamos, no te quedes aquí sola mujer...
Casiana:
(se apoya en un mueble y hace gestos
de esperar lo peor) ¡Qué lío se avecina...! Doña Luisa se empeña
en hacer siempre su santísima voluntad... como si los demás
fuéramos tontos y no supiéramos de sus manejos... La pantomima
acaba de empezar... por ahora nadie se ha dado cuenta... y es que
los polvos de talco la han dejado... como muerta... (ríe)
(entra Alicia)
Alicia:
Tata... vengo un rato contigo... que
mi madre y tía Herminia me tienen loca con letanías y padres
nuestros... (se deja caer en la mecedora) La mecedora... ¿te
acuerdas cuánto me gustaba de chica?... Abuelita me contaba cuentos
aquí sentada y yo sobre sus rodillas... (llora sincera) ¿Por qué
es así la vida...? ¿por qué no he podido despedirme de mi querida
abuela? (mostrando desesperación) No sé que será de mí ahora sin
ella... ¡con mi madre!...
Casiana:
(queriendo entender) ¿pues qué va a
ser? Lo mismo, mi niña... la abuelita te seguirá cuidando... esté
donde esté... , yo siempre aquí para ti... y ya sabes cuánto te
quiere tu madre...
Alicia:
(para el público) si ella supiera...
Casiana:
seguirás con tus estudios de
bichos... y cuando quieras te vienes aquí para que yo te cuide,
como de chica... (se acerca a ella y acaricia su pelo mientras empuja
la mecedora), te haré los dulces que te gustan... y juntas
buscaremos ranas en la alberca del huerto, como de chica... Verás
Alicita..., fíate de mí,...
(para el público) Si ella supiera...
Alicia:
(adormeciéndose con el meneo de la
mecedora y las palabras de Casiana) ¡Qué sueño tan dulce,
Tata!... Haces que me acuerde de mi infancia tan feliz... y parece
que de nuevo soy una niña... y os tengo a la abuela y a ti...
Casiana:
Estás cansada de tanto ajetreo... ve
a dormir, mi niña... Tienes tu cuarto preparado. No tienes edad de
estar toda la noche en vela... para eso estamos las viejas.
(entra Agustina que ha escuchado las
últimas palabras)
Agustina:
de eso nada... Alicia. Tú te quedas
conmigo como está mandado ¡Vamos! ¿A quién se le ocurre no estar
con tu abuelita (irónica) con lo que tú la querías? (a Casiana) y
tú no le des ideas... que la niña ya no es tan niña y tiene que
apechugar como todo el mundo...
Casiana:
(sorprendida con la reacción de
Agustina) Agustina, hija..., ¿qué te ha dado?
Agustina:
(de mal humor) no me ha dado nada...
que ya está bien de mimos para la niña... ¿y yo qué?...A partir
de ahora las cosas van a cambiar... y mucho.
Casiana:
(para el público) no lo sabes tú
bien...
Alicia:
(recriminatoria) Mamá, ya está
bien... (más dulce) iré contigo... la abuelita se lo merece todo.
Casiana:
(manipulando descarada) Pero
Agustina... lo suyo es hacer turnos... ¿para qué estar despiertas
toda la noche con lo que nos espera mañana? Tenéis preparados los
cuartos con las sábanas recién planchadas como a ti te gustan...
Mañana, a eso de las ocho, llegarán los de la funeraria...
Agustina:
(bostezando) quizá tengas razón...
Si... Alicita y yo descansaremos ahora (irónica)... ya que está
tan cansada. Dí tú a mi tía Herminia que hagan ellas el primer
turno... total... están acostumbradas al sacrificio...
(suena la esquila)
Casiana:
Será tu tía Clara. Ya me dijo que
llegaría tarde.
Agustina:
(sobresaltada) Ah..., vamos Alicia...,
no tengo ganas de más lloros...
(Agustina coge a su hija de un brazo
y salen las dos precipitadamente del salón. Las sigue Casiana y
enseguida se la escucha hablar con Clara y Carmelita, fuera y luego
entrando en el salón)
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