2ª ESCENA
(Doña Luisa se ha levantado y pasea
pensativa. Casiana entra de nuevo en el salón)
DOÑA LUISA:
¿Ya se fue la pelmaza de Encarnita?
CASIANA:
Sí señora...
DOÑA LUISA:
(criticona) y esa pobre Josefita...tan
antigua... es como una aparición.
CASIANA:
(guasona imitando a Josefita) sí
señora.... ¿Le traigo su leche con galletas?
DOÑA LUISA:
Deja, deja, que hasta mal cuerpo me ha
dejado la tonta esa. Anda, siéntate aquí conmigo ahora que se está
fresquito.
(Doña Luisa vuelve a su sillón,
Casiana se sienta en una silla muy tiesa)
DOÑA LUISA:
¿Tú crees que Encarna tiene razón?
CASIANA:
¿En qué?
DOÑA LUISA:
No te hagas la tonta que de más sé
que has estado escuchando...
CASIANA:
(disimulando burdamente) ¿yo...?
DOÑA LUISA:
Sí, tú, que eres muy lista. ¿Tiene
razón o no?
CASIANA:
Pues yo creo que sí... Tenemos muchos
años... y es cosa de los ricos eso de hacer testamento. Su padre lo
hizo... y le dejó a usted y a doña Clara todo lo que tienen.
DOÑA LUISA:
¿entonces... tú lo harías?
CASIANA:
Yo soy libre, señora. Los pobres es
lo que tenemos... nada que pensar, nada que dejar,... así como no
hay líos podemos descansar en paz..., digo yo (hace un gesto cómico
de incertidumbre al público).
DOÑA LUISA:
¿Y las cosas que te dejó tu madre?
CASIANA:
Si habla usted de la medalla de la
Virgen del Carmen y de los pendientes de mi abuela... hace tiempo se
los regalé a mi sobrina Pastora, y agradecida que me está (con
ironía) que aquí la tengo conmigo toditos los días.
DOÑA LUISA:
Verdad... Luego viene... lo del
agradecimiento. Y empiezas a pensar..., y a dar vueltas la cabeza, y
a no poder dormir... ¿Se merecerán los que quedan esos desvelos y
mi herencia cuando yo falte?
CASIANA:
(para sí, para el público, con
ironía) ¡ufffff!
(en alto) Nunca se sabe señora, pero
usted quede tranquila que por lo que le toca irá derechita al
cielo.
DOÑA LUISA:
Déjate de mandangas, Casiana. Qué
cielo ni cielo, lo que yo quiero es que no se rían de mí después
de muerta. Vamos..., que si me entero soy capaz de levantarme de la
tumba.
CASIANA:
(con ironía)
¿No le daba a usted tembleque cuando
se habla de estas cosas?
DOÑA LUISA:
Sí, pero ya puestas...
CASIANA:
¡Ah!... (hace muecas de guasa al
público)
DOÑA LUISA:
(con aire soñador se levanta y camina
gestualizando) ¡cómo han cambiado las cosas! ¿eh, Casiana? Te
acuerdas cuándo éramos chicas, con mis padres y mi hermana, tu
madre, la casa llena de gente..., y tanta vida ¿te acuerdas?
CASIANA:
(con paciencia irónica) Siii...
DOÑA LUISA:
Qué bonito era aquello. Cocinera,
criadas y la doncella de mi madre, la tata Presenta y el ama de
Clarita, los zagales, el pobre José Orejilla... ¡cuánta gente!...Y
cuando llegaban los hombres del campo y salíamos las tres al
corral..., y luego nos reñían porque nos llenábamos de mugre ¿te
acuerdas?
CASIANA:
Siii...
DOÑA LUISA:
O en Navidad, cuando venían las
familias de los braceros a que mi madre les diera el aguinaldo. ¡Ay,
qué bonito era!
CASIANA:
(con ironía) Siii, muy bonito... (para
sí, para el público, con ironía) sobre todo para las familias de los
braceros.
DOÑA LUISA:
(sin escuchar las ironías de la
criada) Y cuando venían mis tíos con la prima Herminia que era
chica y la hacíamos rabiar ¿te acuerdas? (riendo feliz)... ¡Tanto
la hicimos rabiar que acabó en un convento!
CASIANA:
(siempre con ironía) Siii... ¡pobre
señorita Herminia!
DOÑA LUISA:
Tuvimos una buena juventud, ¿eh,
Casiana?... Sin necesidades, gracias a Dios,... ¡y a papá!
(solemne) La que tenía dinero era mamá... que mi abuelo fue la
mayor fortuna de la baja Extremadura... y sólo tuvo esa hija...,
pero mi padre supo administrarla y dobló las propiedades, como hace
un hombre cabal. Siempre pensando en lo que dejaría a sus hijas,...
¡pobre papá!
CASIANA:
(hace gestos al público como de estar
cansada de las historias de la señora)
(siempre irónica) Muy bueno y
generoso que era don Remigio, (para el público) sobre todo con las
pilinguis de la Tuerta...
DOÑA LUISA:
¿Qué crees tú que harán con lo que
yo les deje?... Me gustaría verlo...
CASIANA:
Siendo usted como es... segurito que
desde allí (hace un gesto hacia las alturas) seguirá mandando.
DOÑA LUISA:
(riendo)
Mira que eres mala... criada de los
demonios.
CASIANA:
(siempre con guasa)
Yo... ¡una santa es lo que soy!...
¡igualita que la madre de don Julián!
DOÑA LUISA:
(alegre) ¡Qué guasa tienes!... Pues
¿sabes lo que te digo? Que yo tengo que saber qué van a hacer con
lo que les deje cuando me haya ido (mira al techo señalando las
alturas), ¡como me llamo Luisa del Monte!... Ahora vamos a dormir
que no hay nada mejor que un sueño reparador para tener buenas
ideas... y mañana será otro día.
(se apagan las luces. Cae la noche.
Fin de la escena)
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