jueves, 25 de diciembre de 2014

AUSTRALIA II Acto III Escena



                 TERCERA ESCENA

  (Agustina coge a su hija de un brazo y salen las dos precipitadamente del salón. Las sigue Casiana y enseguida se la escucha hablar con Clara y Carmelita, fuera y luego entrando en el salón)

Clara:
Buenas noches, Casiana...

Casiana:
Bienvenida, señora... Carmelita, ¿tú por aquí?

(entran en el salón)

Clara:
(con gestos sofisticados, cansada) ¡Qué noticia tan tremenda y repentina!...Por fin encontré un avión... ya te dije cuando me llamaste que no sabía a que hora podría llegar. Vengo... muerta... De San Sebastián a Bilbao en coche, luego en avión a Sevilla... y por fin un taxista me ha traído hasta aquí... Por cierto... págale que no tengo suelto...

(sale Casiana)

Carmelita:
(asombrada) Pero cómo se le ocurre a esta mujer no decir nada en el pueblo...

Clara:
(dejándose caer sofisticada en un sillón)(no parece afectada) Ya sabes que es muy suya... La pobre Luisa tenía el cielo ganado con ella.

Carmelita:
¡Sí, ya sé, pero esto es el colmo!

(entra Casiana que ha oído la conversación)

Casiana:
No te asustes tanto... que son órdenes de la señora,... (teatral) Me dijo antes de morir: “Casiana... en el pueblo ni mú, que si se me acerca don Julián no respondo “... así que sólo está enterado el médico... y porque doña Luisa, antes de irse...(señalando al techo), le obligó a prometerle, con la mano en los evangelios, no abrir el pico...

Carmelita:
(impresionada)Típico de la pobre doña Luisa... pero no me lo puedo creer... si ayer estaba tan buena comiendo aceitunas que daba gusto verla... (curiosa) ¿y... cómo fue?

Clara:
(interrumpiendo) Bueno, bueno... dejaros de detalles morbosos y dime qué cuarto me has preparado. Antes de ir a verla me quiero asear un poco, que estoy hecha un desastre...

Casiana:
La acompaño... Espera aquí, Carmelita.

(salen Clara y Casiana)

Carmelita:
¡qué extraña muerte... tan repentina! Ayer estaba tan buenecita..., con su genio de siempre y (haciendo gestos de que le gustaba comer) su apetito... y hoy,... ¡no somos nada!... (sospechando) Aunque esto es muy raro... ¿será que la señora habrá...(gesto de cortarse el cuello) ella sola?... o que la vieja le haya dado un empujoncito... por lo que le pueda quedar, digo... No... no puede ser... Casiana es fiel como de las de antes... y la señora... tan religiosa... aunque vete tú a saber qué ideas le habrá metido en la cabeza el cura de la Puebla...

(entra Casiana)

Casiana:
Ya estoy aquí, Carmelita... (se deja caer en la mecedora, cansada)

Carmelita:
(acercándose a Casiana con curiosidad) de piedra me he quedado...

Casiana:
(misteriosa) no te quedes tan de piedra...

Carmelita:
(curiosa) ¿y eso?

Casiana:
que las cosas nunca son como parecen...

Carmelita:
Casiana... por Dios,... que me tienes en un ay...

Casiana:
(quitando importancia) nada mujer... es la pena... que me hace desvariar.

Carmelita:
Ah, bueno... te has puesto tan... misteriosa...

Casiana:
(de nuevo misteriosa) es que no es para menos...

Carmelita:
¿Ha sido... ella misma la que...?

Casiana:
(escandalizada) ¡no, por Dios, pero qué cosas dices!

Carmelita:
¿entonces... ha sido otro el que...?

Casiana:
¡deja ya de pensar cosas raras! Qué cabeza más ceniza...

Carmelita:
¡si eres tú!...

Casiana:
(falsamente inocente) ¿yo...?

Carmelita:
Sí... con ese misterio...

Casiana:
(otra vez misteriosa) es que no es para menos...

Carmelita:
(cansada de bromas) Mira... anda... (cambiando de tema) Ah, se me olvidaba... al entrar he visto a doña Encarna con Josefita,... que tampoco sabía nada... que ahora se acerca. La pobre se ha quedado traspuesta con la noticia...

Casiana:
(espantada, para el público) ¡Otra! ¡ay, mi madre!
(asustada a Carmelita) pero... ¿ No te digo que la señora no quería...?

Carmelita:
Mujer, yo que sabía... (vuelve a la curiosidad) además no entiendo yo tanto misterio...

Casiana:
(cortando el tema) de misterio nada... cada uno se muere como le da la gana.

Carmelita:
(resignada a no saber) Bueno... me acerco al bar por un caldito y carne mechada... que no habrás podido hacer nada, y con el hambre que dan estas cosas...

Casiana:
Te lo agradezco, Carmelita... ( imitando a doña Luisa) ¡siempre tan atenta! Es verdad que de hacer hoy... poco... y (con sorna) algo querrán comer, que en los velorios...

(suena la esquila)

Casiana:
(santiguándose) las que faltaban...

(Casiana sale a abrir y entran las tres, Encarna y Josefita vestidas de negro, con un velo en la cabeza, la madre su abanico, el bolso en el brazo)

Encarna:
¡Qué desgracia! ¡Ay, qué desgracia!... Pero... ¿cuándo ha sido...?

Casiana:
(teatral)
Esta tarde, doña Encarna... que la pobre señora, Dios la tenga en su gloria, subió al palomar para ver a los pajaritos y parece que le dio un aire..., que ya sabe usted que al refrescar se levantó un viento que tenía loco al pueblo..., y parece ser que con el aire... ¡paf!...un paralís, y con el paralís... ¡catapún!... se cayó escaleras abajo.

Carmelita:
(escuchando curiosa) ah...

Encarna:
(lastimosa) Si es que no somos nadie... como mi pobre Adolfo... así... de pronto... (con aire ensoñador) y mira que le dije... Adolfo, que el agua no es para ti... pero por llevarme la contraria... ¡zas! Se lanzó al río y no salió más... ¡ay!... (volviendo a la realidad)

Josefita:
(lastimosa) ¡Ay!
Encarna:
¿Está avisado don Julián?

Carmelita:
(cotilla) Parece que doña Luisa no quería que se supiera..., ni siquiera el cura... y digo yo que alguien tendrá que dar la misa del funeral...

Casiana:
(misteriosa) Tengo orden de llamar a don Francisco, el de la Puebla, en cuanto amanezca... para que no se vaya de la lengua...

Encarna:
Ah...

Carmelita:
Ah...

Josefita:
Ah...

Encarna:
(sumisa) ¿Y dejó dicho si podíamos acompañarla un ratito...?

Casiana:
Eso, un ratito... que ya dentro poco cierro el portón hasta mañana.

Carmelita:
(a Encarna) ¿vamos entonces?

Encarna:
(a Casiana) ¿vamos entonces?

Josefita:
(al vacío) ¿vamos entonces?

Casiana:
vamos allá

(salen las tres y el salón se queda solo. Al momento entra Clara que se ha puesto un vestido negro muy elegante, va fumando sofisticada y se dirige directamente al mueble sobre el que hay unas botellas y vasos. Se sirve un Whisky doble)

Clara:
(dirigiéndose al teléfono que está sobre una cómoda) Todavía no son las doce... no sé si habrá llegado... (marca un número y espera) (impaciente) no está,... (bebe lo que queda en el vaso de un trago). (vuelve a marcar, espera)... nada... (nerviosa) tengo que encontrarlo esta noche..., no puedo volver si no pago... (se acerca a la botella y se sirve de nuevo). Esta vez Armando está dispuesto a todo... (pasea nerviosa por el salón fumando y bebiendo). Tengo que hablar con el conde esta noche... Él dice que no... pero yo sé que es incapaz de dejarme en la estacada... es mi última oportunidad... (vuelve a marcar y espera) nada... (ansiosa)

(entra Casiana)

Casiana:
¿quiere usted comer algo? Carmelita ha traído del bar un caldito que resucita a un muerto...
(para el público) Ji, ji,...

Clara:
(sin enterarse de nada) Luego... luego... Tengo que hacer una llamada importante... que con las prisas...

Casiana:
Me voy entonces...

Clara:
Espera... dime cómo ocurrió la desgracia. Pobre Luisa...

Casiana:
(teatral)
La alberca... que con el calor le dio por meterse de golpe... ¡ay!... y parece que engollipó con la perrunilla de la merienda... Eso ha dicho el médico.

Clara:
¿un corte de digestión?

Casiana:
será...

Clara:
qué raro... con lo cuidadosa que fue siempre...

Casiana:
(lastimosa) ¡ay!, la vida...

Josefita:
(desde dentro) ¡Ay, la vida!

Encarna:
(desde dentro) ¡calla hija!

Casiana:
Estas dos ya mismo se van, que es hora de cerrar el portón.

(Casiana sale del salón y deja sola a Clara)


Clara:
(de nuevo marca un número en el teléfono. Enciende un cigarro y espera impaciente. Cuelga)
Nada,... (suplicante. Paseando por el salón) ¡Dios mío, por favor, ésta es la última, te lo juro! No me dejes así... no permitas que Armando me encuentre... (pensando) Aunque... no sabe que tengo una hermana..., ni idea de mis orígenes..., aunque el conde..., no... el conde no se irá de la lengua...
(suena el teléfono y da un respingo. Con cara de susto mira a un lado y a otro, como temiendo ser escuchada)
¡ No puede ser..!. (duda si descolgar o no. Finalmente descuelga) (con voz fingida) ¿digameeee? (alivio en su cara y en sus gestos) ¡Por Dios, Gregorio, qué horas de llamar!... Síiii, soy la señorita Clara... síiiii, he llegado esta tarde..... síiii.... ¿cómo?... ¡pero qué dices! ¿mi hermana...? pero si está...

(Casiana llega por detrás atropellada y le quita el auricular del teléfono)

Casiana:
Gregorio, la señora hoy no puede hablar contigo... nooo.... síiiii.... puede..... mañana.... noooo... síiii.... Si Dios quiere. (cuelga)
(a Clara, levantando los hombros) órdenes de la señora. (hace gesto de estar callada)

Clara:
Esta Luisa... ¿cerraste ya el portón?

Casiana:
Ahora mismo, ya se han ido las visitas.

Clara:
¿Quién hará el primer turno de vigilia?

Casiana:
Su prima Herminia y la hermana Olvido. Ahora van a cenar... y mientras sí mientras no... yo me quedaré de guardia. Ustedes acuéstense que mañana será un día duro.

Clara:
(apagando el eterno cigarro, mirando el teléfono con miedo) Sí, mañana será un día duro.


Fin del segundo acto. Intermedio

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