domingo, 7 de diciembre de 2014

AUSTRALIA 1ºActo 1ª Escena

AUSTRALIA (COMEDIA DE ENREDO) ACTO I PRIMERA ESCENA

 Años 80 del siglo XX. Salón de la casa grande de doña Luisa del Monte. Típico salón de casa grande de pueblo, con muebles oscuros, cortinas pesadas, alfombras, fotos, cuadros,... todo vetusto, un poco decrépito y con un dedo de polvo, con una puerta y un ventanal que da a la plaza donde está la iglesia. Una mecedora. Retumban las campanas del reloj, son las 8 de la tarde. Verano. Doña Luisa está sentada con un libro en las manos. Se abanica con fuerza mientras lee, se la ve agobiada por el calor de agosto. Llaman a la esquila del portón.

DOÑA LUISA: ¡Casiana!...

CASIANA: (a lo lejos) ¡voooy!

 Doña Luisa: (impaciente) Esta mujer cada día está más sorda ¡Casiana!...

 (entra Casiana, cómica, con un trapo en las manos y malhumorada. Tiene el pelo canoso revuelto en un moño deshecho, vestido oscuro y delantal de flores viejo y costroso. Andares lentos y aspecto estrafalario)

 CASIANA: ¡Ya estoy, qué prisas!

 DOÑA LUISA: (recriminatoria) ¡Ay, la vejez...!

 CASIANA: (Con retranca) La mismita que la suya (para el público) ¿no te digo?

 DOÑA LUISA: ¿No has oído la esquila? Ve a abrir, mujer. Será doña Encarna.

 CASIANA: (sin hacer caso) Estaba con Carmelita que ha venido por el corral, ha traído aceitunas de La Fuente, para que las pruebe usted. Venía de una procesión..., rogativas dice... que el pueblo está revuelto con los cortes de agua.

 DOÑA LUISA: (con extrañeza) ¿Rogativas?

 CASIANA: ¡Ah! Y Gregorio está ahí, que si da usted su permiso.

 DOÑA LUISA: ¡Claro mujer! A ver qué nuevas trae del campo.

 (vuelve a sonar la esquila)

 DOÑA LUISA: (impaciente) ¡Casiana, abre la puerta!

 (Casiana sale sin prisas. Al momento se la oye hablar con Encarna)

 ENCARNA: ¡Ay, qué me da!

 CASIANA: ¡Cómo vienen ustedes, pasen, pasen!

 ENCARNA: ¡y que lo digas! ¡casi me da un flato en la procesión!.. ¿Y la señora, en la salita?

 (entran Casiana, Encarna y Josefita su hija. Encarna viene muy arreglada, con un bolso colgado del brazo, collar, los labios rojos y un abanico. Se la ve sofocada, con la cara roja y la respiración alterada. Entra agarrándose al brazo de su hija. Josefita es una mujer de unos treinta años pero vestida como su madre, callada y tímida, con aspecto de poquita cosa.)

 ENCARNA: (sin resuello) Buenas tardes, Luisa.

 DOÑA LUISA: (Levantándose y acercándose a sus amigas) Buenas sean. Sentaos, anda..., ¿así venís de misa?

 ENCARNA: (cayendo en la mecedora) Sí... de misa y de la procesión, que a don Julián no se le ha ocurrido otra que sacar al santo, a ver si llueve.... Josefita hija (da golpecitos en la silla que tiene al lado)

 JOSEFITA: (obediente se sienta muy modosa) Sí mamá.

 DOÑA LUISA: (con guasa) ¡Éste hombre no tiene ocurrencia sana! ¡Cómo si fuera a llover en agosto por muy santo que sea el santo!

 ENCARNA: Sí hija, y a las cinco de la tarde..., como los toreros.

 DOÑA LUISA: (con guasa) ¡Bueno...! Ya le dio aquella vez por los milagros, cuando decía que el hijo de Lorenza había sido cosa del santo porque a la muchacha no se le conocía novio.

 (Casiana que espera de pie las órdenes de su señora se ríe con disimulo pero claramente para el público. Josefita asiente con la cabeza)

 CASIANA: (para sí, para el público) (con guasa) Sí, sí, cosa del santo.

 ENCARNA: ¡Pues no ha quitado a Santa Inés de su hornacina y ha puesto una foto de su madre porque dice que para santa ella!

 (Casiana se ríe más aún y hace gestos al público. Josefita asiente moviendo más aún la cabeza)

ENCARNA: Dice que el lunes le empezaremos a rezar una novena, que lo mismo su santa madre tiene más que hacer en el cielo que san Anselmo.

 (Casiana se apoya en un mueble porque la risa es tanta ya que la hace tambalearse. Josefita vuelve a asentir con la cabeza y el moviemiento es exagerado y cómico. Las dos señoras las miran con asombro)

 ENCARNA: (cariñosa)¡Josefita hija, deja el baile!

 JOSEFITA: (obediente deja el movimiento) Sí mamá.

 DOÑA LUISA: (molesta, a la criada) Casiana, ya está bien. Di a Gregorio que lo espero... y trae el agua de limón y unas tapas ¡Bien de hielo! Salchichón y queso,... y aceitunas de las de Carmelita que las vamos a probar... ¿Josefita hija, tú prefieres cocacola?

 JOSEFITA: Si puede ser... (su madre la corta)

 ENCARNA: (sin dejar hablar a su hija) No..., para la niña lo mismo, ¿verdad hija?

 JOSEFITA: (con cara de resignación) Sí, mamá.

 (Casiana sale riendo)

 DOÑA LUISA: Esta mujer... ya no tiene respeto por nada. Claro, desde chica conmigo... 

ENCARNA: La madre ya estaba con tus padres, ¿no?

 DOÑA LUISA: La cocinera de toda la vida. Y ésta..., criándose conmigo, que los mismos años tenemos. (Se levanta y abre el ventanal) Parece que ya refresca.

 (Entra en el salón Gregorio, el encargado. Es un hombre con aspecto bondadoso, de campo, de unos 60 años)

 GREGORIO: (modesto) ¿Da su permiso? Buenas tardes a usted y a la compaña.

 DOÑA LUISA: Pasa Gregorio,... ¿qué nuevas traes? ¿Qué pasó con el pozo?

 GREGORIO: Pa eso vengo... vamos a tener que encargar unos remolques de agua del pantano..., la cosa está mu mala. Los bichos están que dan pena...¡meca!... ¡si en septiembre no viene una buena otoñá...!

 DOÑA LUISA: ¡Vaya por Dios! No son buenas noticias, no... Total... que en el pozo nuevo ni gota ¿no?

 GREGORIO: Ni en el nuevo ni en el viejo... el del Chiva es el único que aguanta. Pa el invierno habría que hacer un nuevo sondeo... ya sabe usted que el Casimiro dijo que haber agua... hay,... que las varas no se equivocan.

 DOÑA LUISA: Habrá que hacerlo, Gregorio... por ahora habla con el del remolque y me vas diciendo.

 GREGORIO: Si no precisa na más....

 DOÑA LUISA: Nada, gracias hombre. Hasta mañana.

 GREGORIO: Queden ustedes con Dios.

 (Sale Gregorio)

 ENCARNA: Qué suerte tienes con este hombre. Se le ve tan bueno... tan servicial...

 DOÑA LUISA: Casiana y él son los que me quedan de toda la vida...¡viejos como Matusalén..., como yo!... Al final son más familia mía que muchos de mis parientes.

 ENCARNA: Y tu hija y la niña, ¿vendrán este año?

 DOÑA LUISA: No lo sé. Ya en estas fechas y no han aparecido... ¡con este calor! Pero Alicita me prometió que se vendría unos días. A ella le gusta ir al campo...(orgullosa), cómo estudia cosas de animales... Biología me parece que se llama.

 ENCARNA: ¡Cómo pasa el tiempo, Luisa! Parece que fue ayer cuando se casó Agustina, la pobre. ¡Y qué mala pata tuvo!

 DOÑA LUISA: Verdad. Ha tenido mala suerte mi pobre hija..., aunque yo se lo advertí: mira que ese muchacho no es para ti, pero como si nada. Tú sabes que los jóvenes son así, y ¡era tan joven! 

ENCARNA: (abanicándose con ganas. A Josefita) Tú, hija mía, siempre conmigo, que los hombres... ya se sabe.

 JOSEFITA: (con cara de susto y aguante) Sí, mamá.

 ENCARNA: (A doña Luisa. Cotilla) ¿y habéis sabido algo de él? Porque dicen que desde que se fue a comprar...

 DOÑA LUISA: Tabaco...

 ENCARNA: eso... tabaco. ¿Y luego?

 DOÑA LUISA: (cotilla, acercándose a su amiga buscando confidencialidad) Sólo eso que dicen... lo que tú ya sabes...

 ENCARNA: ¿eso que dicen... (con miedo) del otro?

 DOÑA LUISA: Sí hija..., que por lo visto una amiga de Agustina tiene una prima segunda que tiene una tía tercera... que lo vio... ¡con otro!

 ENCARNA: ¿será posible?

 DOÑA LUISA: ¡degenerado!

 ENCARNA: ¡Oy, oy! Pobrecita tu niña...

 DOÑA LUISA: Pero claro..., ¡así se entiende! Porque mejor que Agustina no iba a encontrar a otra..., que guapa mi hija es como una princesa,... y buena..., y trabajadora. Mira cómo ha sacado a Alicita adelante, y poco me ha pedido..., aunque yo... claro... no la iba a dejar sin su ayuda siendo tan merecida. (sonríe orgullosa)

 ENCARNA: ¿y dónde decías que trabajaba?

 DOÑA LUISA: ¡Hija, si te lo he contado mil veces!... Como no quiso estudiar.... una lástima. Pero tiene un buen trabajo en el despacho de un abogado... y lleva tanto con él que el hombre no puede pasarse sin ella ni un momento. Por eso viene tan poco..., y me da mucha pena, pero qué le vamos a hacer. El trabajo es lo primero.

 (Casiana entra dando trompicones con una bandeja repleta en las manos. La deja sobre la mesa y se va sin decir nada. El público ve cómo se queda detrás de la puerta para escuchar la conversación haciendo muecas con todo lo que escucha. Es el punto cómico de la escena pero sin robar protagonismo a la conversación de las señoras. Doña Luisa se levanta y sirve los vasos, luego saca de un mueble una botella de cazalla. Vierte un chorrito en el vaso de Encarna y el suyo. Hace ademán de echarlo también en el de Josefita)

 ENCARNA: (apresurada) No Luisa... ¡a la niña no!

 JOSEFITA: (haciendo gestos alegres y ansiosos) Sí, mamá....

 (Encarna echa una mirada asesina a su hija)

 JOSEFITA: (haciendo gestos tristes y resignados) No, mamá...

 ENCARNA: (a doña Luisa) ¿y de novios cómo anda tu Agustina?

 DOÑA LUISA: Nada de novios. Yo se lo digo: olvídate de los hombres que sólo dan disgustos. Además, como trabaja tanto... ni tiempo tiene. Ellas dos están muy bien solas.

 ENCARNA: (a su hija) ¿Has visto?... lo que yo te digo. Las dos están muy bien solas..., como nosotras.

 JOSEFITA: (gesto de angustia) Si...., mamá

 ENCARNA: (a doña Luisa) Oye, y hablando de otra cosa... Como Agustina trabaja con un abogado... ya habrás pensado en tu testamento, ¿no?

 DOÑA LUISA: (alarmada) ¿Pero qué dices?

 ENCARNA: (apurada)(cómica a pesar de lo dramático de lo que cuenta) Ay, perdona mujer. Verás, es que yo... lo estoy rumiando, ¿sabes?... Ya tengo una edad... y no quiero abandonar a mis hijos con el mismo lío que nos dejó el pobre Juan, Dios lo tenga en su gloria. Siempre me decía que él no pensaba morirse, mira qué pena, y luego cayó pajarito cuando le dio aquella tarde por meterse en el río por donde cubría... Y mira que se lo dije: Juan, que no..., que el agua no es lo tuyo... pero... si bueno era... cabezón más, y por llevarme la contraria... ¡zas! se lanzó, se hundió y no salió más el pobre mío... ¡Ay, la vida!

 JOSEFITA: (suspirando) Ay... la vida. Sí, mamá.

 DOÑA LUISA: (ofendida) Sí, sí,... por eso... tú puedes hacer lo que te parezca pero a mí me dejas de testamentos y gaitas (se empezó a santiguar como poseída). Lagarto, lagarto... Esas cosas aquí no se nombran

 ENCARNA: Hija no te entiendo. Es ley de vida... un día llega y ¡plum!... una se muere. ¿Y qué? No pasa nada. Y menos a ti con lo buena cristiana que has sido siempre... bueno... hasta que llegó don Julián a la parroquia... que desde que él está ni la pisas. (recriminatoria)

 DOÑA LUISA: ¿Con ese loco? ¡Ni pienso! Ya me organizo yo los rezos en mi capilla que bien bonita que es, con sus reliquias de Santa Teresa y todo. Y para la misa... Manolín el taxista me lleva a La Puebla los domingos, que con don Francisco da gusto...

 ENCARNA: Pues eso... lo que te decía... que siendo tan buena cristiana... qué miedo puede darte a ti pasar a mejor vida.

 DOÑA LUISA: (ofendida y asustada, cruza los dedos y con ellos se santigua) ¡Encarna... vamos a tener la fiesta en paz!

 ENCARNA: Muy bien, hija, qué humores... (se enfurruña) (mira el reloj que hay sobre la cómoda) ¡Vaya, se ha hecho tarde sin darme cuenta! Josefita, más vale que volvamos a casa que nos estarán esperando para cenar.

 DOÑA LUISA: (ofendida) Sí, anda, iros ya que os echarán de menos... ¡Casiana!

 (La puerta del salón se abre de sopetón y aparece Casiana dando un traspiés. Es evidente que escuchaba detrás de la puerta)

 DOÑA LUISA: (para sí) Lo que yo diga, ésta no tiene arreglo. (en alto) Acompaña a doña Encarna y la niña que ya se van.

 ENCARNA: (se levanta y va hacia su amiga que no se inmuta) Un beso Luisa (se lo da y doña Luisa no se lo devuelve), y no te enfades... que sólo digo la puritita verdad.

 (salen Encarna y Josefita con Casiana)

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