(Vuelve la luz. Mañana. En el salón
Casiana, mejor peinada que el día anterior y con un delantal
diferente, llamativo para que sea evidente, limpia el polvo con un
plumero mientras canturrea y bailotea “En tu fista me colé' de Mecano, recordatorio de que son los años 80 del siglo XX)
(Entra doña Luisa con mucha algarabía)
Doña Luisa:
¡Casiana..., ya sé!
Casiana:
(con cara de asombro) Buenos días
tenga usted
Doña Luisa:
(impaciente) ¡Ay, déjate ahora de
mandangas! ¡Qué ya sé, te digo!
Casiana:
¿Qué sabe?
Doña Luisa:
Lo que te dije ayer.
Casiana:
(hace un gesto de no saber sin decir
nada)
Doña Luisa:
¡Por Dios! Cada día estás peor...
¡lo de saber... después de irme...! (señala al techo)
Casiana:
¡Ah, después de irse! (señala al
techo ella también con guasa)
Doña Luisa:
(sin hacer caso a la ironía de la
criada) Sí. Voy a hacer como que me he ido..., pero sin irme...
Casiana:
(con extrañeza y siempre cómica)
¿irse... sin irse?
Doña Luisa:
(sin hacer caso) Y tú me ayudarás.
(explicando) Verás. Yo inmóvil
delante de sus narices... Ya sabes que en esas ocasiones se sueltan
la lengua y el espíritu, y siempre se dice la verdad. Así sabré...
lo que quiero saber.
Casiana:
¡Ahhh!... ¿Y para qué, señora? ¿No
sería mejor dejar las cosas como están? Mire que cuando usted se
haya ido (señalando al techo)... las cosas de aquí abajo (señalando
el suelo) le van a importar bien poco...
Doña Luisa:
Nunca se sabe Casiana..., que yo me
conozco... y seguro que me retuerzo allí donde esté si veo que
esos cariños que me juraron... no son al final más que interés
mundano. No es que yo dude de esos amores..., ¡Dios me libre! y
menos de mi hija y de Alicita... pero las otras... Así me quedo más
tranquila.
Casiana:
No sé..., no sé
Doña Luisa:
(sentándose y colocando una silla a
su lado) Que sí mujer... ven aquí... y te cuento.
(Casiana se sienta con aprensión en
la silla que ha colocado doña Luisa a su lado)
Doña Luisa:
Mañana, cuando todo esté listo, vas
a llamar a Agustina, dile que me ha dado un... ataque de los
buenos... y me he ido (señalando al techo). Que avise a las demás,
que vengan rápido.
(Casiana escucha atenta, dice sí con
la cabeza y abre mucho los ojos)
Entonces vendrán corriendo. ¡Irán
llegando todas tristes las pobres!... Como tú las llamarás por la
tarde... llegarán ya de noche, no se les vaya a ocurrir buscar al
médico.
Casiana:
¿Está usted segura, señora?
Doña Luisa:
(con seguridad) ¡Sí!... Cuando
lleguen encontrarán que todo está arreglado..., todos los trámites
organizados..., y así no tendrán que hablar con nadie. Yo estaré
en mi dormitorio, tumbada en la cama, con el vestido de encaje
celeste y los zapatos nuevos. ¡Ah! tienes que pedirle a la
sacristana unos cirios, dile que tenemos avería y estamos sin luz...
o lo que se te ocurra.
Casiana:
La sacristana se va a extrañar...
Doña Luisa:
(sin hacer caso) ...y trae unas flores
del jardín. Rosas y celindas que dan muy buen olor.
Casiana:
¿Y Gregorio?
Doña Luisa:
Dile cuando venga que estoy resfriada,
que no tengo ganas de ver a nadie.
Casiana:
¿Ycuando vea a sus familiares
llegando al pueblo?
Doña Luisa:
Si lo haces bien no verá a nadie...
la gente de campo se recoge temprano. Y si se encontrara con alguien
¿tan raro sería recibir la visita de mis parientes?
Casiana:
(haciendo gestos al público indicando
que la señora se ha vuelto loca) Ay, señora... que yo esto no lo
veo...
Doña Luisa:
Qué sí, pesada. Luego tendrás que
ser tú la que organice los turnos del velatorio. Diles que para qué
vais a estar despiertas toda la noche..., que hay que descansar,...
que el día siguiente será muy duro...
Casiana:
Mire..., que las cosas no salen nunca
como se planean... y al final se va a quedar usted más sola que la
una.
Doña Luisa:
¡Anda...anda...!... ¡Ah! y diles que
el notario ya está avisado... que yo le pedí antes de... irme
(vuelve a señalar al techo)... que en caso de mi... ida (otra vez
señala arriba)... acelerara los trámites para que mis familiares
no tuvieran que dejar sus quehaceres por mucho tiempo.
Casiana:
(para el público) ¡Ay...ay...! ¡que
ha perdido el norte!
(para doña Luisa) señora, yo creo
que...
Doña Luisa:
(decidida) Me da igual lo que creas...
las cosas se harán como yo digo.
Casiana:
¿Pero cómo va a aparentar usted
estar muerta? Mire que cuando respira ese pecho tan lozano (hace
gesto de pecho abundante con guasa) da unos saltos... que para qué...
Doña Luisa:
Pues me tapas con la colcha.
Casiana:
(como para pillarla en un renuncio)
¿Y cómo va a aguantar usted tanto
tiempo sin moverse?
Doña Luisa:
(retadora)
Me estiraré entre turno y turno.
Casiana:
(como para pillarla)
o sin abrir los ojos...
Doña Luisa:
si los entorno una mijita... ni se
enteran
Casiana:
(como para pillarla)
o... ¿sin abrir el pico?
Doña Luisa:
(harta de tanta aprensión y tanta
guasa)
Síiii.... sin abrir el pico... hasta
que estemos tú y yo, solas, y te diga de todo... menos bonita,
vieja chocha.
Casiana:
(sin importarle la actitud de la
señora sigue con su guasa)
¿y cuando quiera comer o beber?
Doña Luisa:
(harta, agresiva, rápida)
un bocadillo y un botijo...
Casiana:
¿Y... desaguar?
Doña Luisa:
(pensando antes, con guasa)
un orinal
Casiana:
(gestualizando, renunciando a la
ironía)
¡Ah, no! ¡eso sí que no!
Doña Luisa:
(orgullosa, sintiéndose vencedora en
aquella lucha)
¡Ja!... Tú harás lo que yo te diga.
Casiana:
(para doña Luisa, indignada)
¡faltaría más!
(para el público) ¡yo...por el
orinal no paso!
Doña Luisa:
Y ya está bien de cháchara. Vamos
con los preparativos y... ¡Que empiece la función!
(cae el telón. Fin del
primer acto.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario