TERCER ACTO
SEGUNDA ESCENA
Casiana:
¡Señora!
Doña Luisa:
Ya sé... ya sé. (se levanta y se
estira. Está seria)
Casiana:
le he traído el bocadillo (sacando de
la bolsa el bocadillo y la botella)
Doña Luisa:
No lo quiero... dame, dame.... (coge
la botella y bebe directamente de ella. Casiana la mira asombrada)
Casiana:
¡señora!
Doña Luisa:
Mi prima me ha dejado sin ganas... No
sabes qué cosas ha dicho... que si tengo la culpa de sus
desgracias... que si ha vivido en una cárcel... (bebe) ¡Quiere mi
dinero para escapar del convento! ¡Dice que se va... a Australia!
Casiana:
¿Australia? ¿Y dónde pilla eso?
Doña Luisa:
Muy lejos... mucho ¡¿Será
desagradecida?!... Debería sentirme enfadada..., pero no... (señala
la botella) Será esto... (ríe y bebe)
Casiana:
Señora... el aguardiente...
Doña Luisa:
¿qué pasa? ¿crees que puedo
aguantar las miserias de esta familia a palo seco? (bebe)
Casiana:
La siguiente es su hermana. (se dirige
al público haciendo gestos de “ay mi madre”)
Doña Luisa:
¡Ay mi madre! (bebe y ríe)
Casiana:
Al despertarla me ha dicho que ahora
venía..., que primero iba a hacer una llamada... (gesto de no
entender nada)
Doña Luisa:
¿Una llamada... a estas horas?
Casiana:
No sé, señora
Doña Luisa:
Están todas locas (ríe)
Casiana:
Acuéstese... se oyen ruidos...
(la señora se acuesta y Casiana la
peina, le retoca el polvo de talco exageradamente y la cubre con la
colcha. Doña Luisa tiene hipo y le da la risa)
Casiana:
Si es que... tanto bebercio...
Doña Luisa:
(ríe) Hip,... dile que son...
calambres... hip... (ríe, le da hipo y más ríe)
(entra Clara con su aspecto
sofisticado, antipática)
Clara:
¿todavía aquí? (a Casiana)
Casiana:
Ya me voy. Volveré en dos horas
(sale)
Clara:
¡Qué pesadez! (acomoda un par de
sillas y se sienta sofisticada con las piernas sobre una de
ellas)... Y yo sin hablar con el conde... (se levanta y pasea
nerviosa. Enciende un cigarro) Así no puedo volver a Santander. En
cuanto pise el aeropuerto estoy muerta... (retuerce las manos más
nerviosa. Se dirige a doña Luisa)
Ya podías haberte ido antes...
hermanita adorada... A ver para qué tanta finca..., tanto
cuadro,... tanta plata... con esa vida miserable que llevabas...
(ríe con desprecio) Ya me dirás... abanicarte mirando el reloj de
la torre... rodeada de polvo y de una vieja decrépita (mira muebles
y tapicerías con desprecio) ¡Decadente!... Ser poseedora de
riquezas no basta... hace falta tener... clase (hace gesto de
mostrarse a ella misma)... y esa, Luisa querida, no era tu mayor
virtud.
(Doña Luisa suelta un hipo y le da
la risa. Clara se acerca a ella asustada)
Clara:
¿Qué ha sido eso?... parece que
sonríes... (se abraza con un escalofrío) pero no, estás ahí,
fría como el mármol... (pasea nerviosa) Son los nervios... tengo
que descansar, necesito dormir... Mañana. Eso, mañana dormiré
cuando el notario me de la escritura de la Vega. No te queda otra,
querida... padre te obligó: ”a la muerte de mi hija mayor, de
producirse, la finca de la Vega pasará a mi hija menor, si vive”
(ríe nerviosa)... ¡y vivo!... ¡Vivo! (sofisticada) ¿Sabes? me
relaciono con la mejor sociedad de Santander,... aún tengo a los
hombres a mis pies, (se coloca el pelo y hace ademán de sentirse
guapa)... ¿que soy mayor? ¿y qué?... todos piensan que soy rica,
el mejor atractivo cuando la juventud pasa... Y mañana lo seré,...
otra vez....
Me voy a Australia, ¿sabes?,... tengo
un enamorado en Sydney... un lord inglés de mucho abolengo y... más
dinero. Pero antes tengo que arreglar lo de Armando... un usurero que
me perseguiría hasta el mismísimo fin del mundo si no le pago...
Doña Luisa:
¡otra!
(Doña Luisa suelta un hipo y se
mueve aguantando la risa)
Clara:
(se vuelve rápida para mirar a su
hermana) ¿ni muerta vas dejarme en paz, Luisa?... ¿vuelves del
otro mundo para recriminar mis actos?... ¡qué novedad!...Siempre
tan perfecta... tan sensata... Pues no lo conseguirás, no me
asustarás.
(Doña Luisa suelta otro hipo sin
poder aguantar la risa)
Clara:
(da un salto hacia atrás asustada)
¡Calla, espíritu del más allá!
(se oyen pasos y se abre la puerta
con un crujido siniestro. Clara da otro salto muerta de miedo.
Aparece Casiana asomando una cabeza con redecilla de dormir)
Casiana:
Doña Clara... ya es la hora.
Clara:
(aliviada) ¡Por Dios Casiana!... ¿Qué
tienes en la cabeza?
Casiana:
rulos
Clara:
(saliendo) que casa de locos...
Doña Luisa:
(ríe sin recato desahogándose,
retorciéndose en la cama. Se levanta) ¡Ay, Casiana! ¡ésta
también se va a Australia! ¿Qué tendrá aquella tierra... además
de canguros?
Casiana:
¿Todavía le dura la alegría del
aguardiente?
Doña Luisa:
Hablando de aguardiente...
Casiana:
No... ahora toca café bien cargado
(saca un termo de una bolsa y sirve café en una taza)
Doña Luisa:
(bebe con disgusto) vieja ñoña...
Casiana:
¿Cómo le fue con su hermana?
Doña Luisa:
(misteriosa) Le debe dinero a un
prestamista, dice que si no paga... es mujer muerta.
Casiana:
¡Pero si heredó lo mismo que usted!
Doña Luisa:
(asintiendo)¡La buena vida no puede
durar siempre!... Ahora me doy cuenta, vieja Casiana, de que no debí
ser tan complaciente en estos tiempos que corren... Tanto pensar en
el bienestar de los demás... vigilando sus necesidades, sus más
banales deseos... ahora no lo recuerdan, sólo quieren más,... Mi
prima... con sus comodidades y caprichos a pesar de sus votos,... mi
hermana... tantas veces la ayudé para que no tuviera que renunciar a
su tren de vida... Nosotras necesitábamos poco, ¿eh, Casiana?
Casiana:
(asiente exagerada) y que usted lo
diga.
Doña Luisa:
Pero ahora lo veo... con mi altruismo
las he convertido en animales de carroña... ¿y mientras ellas
vivían... que fue de nuestra juventud y nuestros deseos?...
Casiana:
Pues qué ha de ser... lo normal...
los años pasan sin darse una cuenta... Ahora es verano... y mañana
mismo estamos con los turrones... luego los oficios de Jueves Santo
y... otra vez el verano... Y nosotras perdiendo las fuerzas... y las
ganas. Pero hemos sido felices señora... No somos nosotras mujeres
de muchos sueños como su hermana,... sólo con ver las plantas
brotar en el jardín... y saber que Gregorio de vez en cuando, con el
buen tiempo, nos lleva a dar una vuelta por las fincas... hemos
tenido bastante.
Doña Luisa:
Dices bien... Pero las mayores
alegrías nos las han dado las niñas... primero Agustinita, tan
buena y formal,... luego mi nieta que es un ángel del cielo...
Menos mal que tenemos a las niñas, Casiana.
Casiana:
Tiene usted razón, señora... pero
ahora prepárese que pronto estarán aquí.
Doña Luisa:
Está bien Casiana... sigamos con la
pantomima,... aunque confío tanto en mi Agustina...
Casiana:
(para el público) no sé... no sé
(Doña Luisa se tumba de nuevo y
Casiana vuelve a arreglarla. Esta vez están cansadas y lo hacen
tranquilas. Se respira cariño entre ellas. Se abre la puerta. Son
Agustina y Alicia)
Agustina:
(haciéndose la triste huérfana)
¿Mujer, qué haces aquí a estas horas y con esa pinta?
Casiana:
He venido a dar una vuelta para ver
cómo seguía todo.
Agustina:
A tu edad deberías descansar más..
Alicia:
Mamá tiene razón, Tata... (se acerca
a Casiana y le da un beso)
Casiana:
Ya me voy... (sale y cierra la puerta)
(Agustina se sienta callada, Alicia
se acerca a su abuela en silencio. Luego habla)
Alicia:
Pobre abuelita querida...
Agustina:
(cambia de actitud. Ahora es fría y
dura) déjate de monsergas.
Alicia:
¿monsergas? Mi amor por mi abuelita
es sincero...
Agustina:
Amores... amores... ¿de qué sirven
los amores?...¡Olvídate!
Alicia:
Mamá, no empieces... no es momento.
Agustina:
(irónica) Deja de ser tan comedida,
hijita querida... no te pega.
Alicia:
de acuerdo, mamá... venga... empieza
con tus reproches
Agustina:
Sólo te digo que ahora que tu abuela
no está y que heredaré, como su hija que soy, casi todo el
capital... no quiero volver a verte por esta casa.
Alicia:
¿Crees que me importa?... ¿puede
dolerme no tener tu cariño?... Nunca lo he tenido... no espero otra
cosa de ti... Si mi abuela hubiera sabido...
Agustina:
(hiriente e irónica) Sí..., qué
raro que la repelente Alicita no haya confesado en tantos años de
sufrimiento...
Alicia:
Mamá, qué poco me conoces...
Agustina:
Puede ser... no deja de sorprenderme
tu silencio... ni de chica se te escapó una palabra de más...
(ríe) será por el miedo que te inspiraba...
Alicia:
Nunca te tuve miedo... sólo te
quería.
Agustina:
Otra vez con tus amores...
Alicia:
¡Sí, te quería,... igual que a
ella! Sabía que confesarle tus mentiras sólo os haría sufrir, por
eso callé...
Agustina:
Mentiras, sí... era el único modo de
que me dejara vivir mi vida... ¿Cómo crees que se habría tomado
saber que no fue tu padre el que me abandonó... sino yo la que buscó
un amante mas.... fogoso? (ríe) ¿Habría entendido tu abuelita
querida que no soy mujer de un sólo hombre? ¿que mi trabajo con el
abogado no es precisamente de... secretaria?
Alicia:
(casi gritando) No Mamá, no,... no lo
habría entendido... nadie puede entender tu modo de vida... al que
me has arrastrado sin sentir el más mínimo remordimiento... Te he
conocido amantes de la peor calaña, he aguantado sus borracheras y
sus vicios...
Agustina:
Ya salió “sor Alicia de los buenos
pasos”... Pero no te preocupes... ahora pienso irme con Hugh y te
liberarás de mi viciosa vida
Alicia:
(sorprendida y dolida) ¿Con Hugh? ¿No
me dijiste que aquello había acabado?
Agustina:
(irónica y cruel) ¡Qué cándida
puedes llegar a ser, hijita!... Te lo dije para que me dejaras en
paz... ¡Cómo acabar con un hombre como Hugh, tan joven, tan
fuerte,... Sin dinero... eso sí... que se vino de Australia con su
mochila siguiendo el rastro de una jovencita angelical... a la que
había conocido en Florencia en una habitación con vistas...
Alicia:
(pasea por la habitación y llora
desesperada) No me lo puedo creer, mamá... ¿cómo puedes hacerme
esto?... Sabes que aún lo quiero... me prometiste que no lo verías
más...
Agustina:
(frívola e hiriente) ¡Se prometen
tantas cosas!... De todos modos él no te conviene... no te
quiere... me prefiere a mí... o a mi dinero...(ríe)... En cuanto
tenga la herencia nos iremos a Australia, quiere presentarme a sus
padres...
Alicia:
(llorando) ¡Cómo puedes ser tan
egoísta!... Sabes que mi sueño era irme con él y montar los dos
una granja para animales abandonados...
Agustina:
(ríe) Ay... animales abandonados...
¡pero qué ñoña eres, hija mía!
(Doña Luisa hace ruidos intentando
aguantar el llanto. Le tiemblan las piernas. Se da cuenta
Agustina)
Agustina:
(acercándose sin ningún miedo a doña
Luisa) Pero...¿ésto qué es?...
Alicia:
(acercándose a su vez) Parece que
llora... (con un pañuelo seca los ojos de su abuela)
Agustina:
Ya es lo que me faltaba... que mi
madre se levante como Lázaro... (ríe)
Alicia:
No sé,... serán cosas mías
Agustina:
¡Sí, hija... serán cosas tuyas!
Alicia:
¿por qué eres tan cruel?
Agustina:
(indiferente) Debo haber sacado lo
peor de cada familia (ríe)
Alicia:
(más tranquila) ¿Qué piensas hacer
con Casiana?
Agustina:
Hablaré con las monjas del asilo de
Llerena... si les doy una buena lismosna seguro que me la aceptan
Alicia:
No, mamá,... Casiana no irá al
asilo... ya buscaré el modo de que se venga conmigo donde yo esté.
Agustina:
A mí me da igual... pero no creo que
puedas ganar suficiente para las dos... Con esa cabeza que tienes...
si hubieras estudiado derecho... ahora serías... registrador de la
propiedad... o... inspector de hacienda... y tendrías un buen
dinero... (irónica) Pero como eres tan “amor y flores”...
¡biología!... así tú no ganas ni para pipas.
Alicia:
(firme) Casiana se viene conmigo.
Supongo que podremos seguir en nuestra casa mientras encuentro
algo...
Agustina:
mientras yo esté aquí arreglando la
casa y ocupándome de la venta de las fincas....
(se hace un silencio. Agustina se
sienta lo más cómoda que puede. Alicia mira por la ventana
pensativa)
Alicia:
Está amaneciendo...
Agustina:
Dentro de poco vendrán a buscarnos
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